Una de las cosas de ir por libre, es que te puedes hacer el itinerario a tu gusto… Pero también puedes fallar en cuanto al tiempo que le dedicas a cada sitio. Un par de semanas antes del viaje, me entró la preocupación de que no íbamos a tener suficientes días para ver Kioto y decidí quitar una noche a Osaka en pos a Kioto. En el momento que llegamos a ese punto del viaje me di cuenta que fue un error, porque Kioto ya la teníamos vista y revista. Aún así, es un Fallo menor, gracias a que Osaka de Kioto está a menos de media hora… Así que aunque volvíamos a estar alojados el Kioto, decidimos dedicar este día a visitar Osaka. Cómo más adelante también tendríamos una tarde disponible para esta ciudad, decidimos abarcar este día la zona centro, Tennoji y Shinsekai.

Primero, nos desplazamos hasta el punto más alejado de nuestro itinerario por Osaka: el Santuario Sumiyoshi Taisha (dicen que es el más importante de Osaka, pero salvo por el puente rojo tan empinado poco más tenía… Algo que me recuerda Víctor todo el rato a modo de coña jajaja). Sinceramente, de propio como nosotros hicimos… No merece la pena después de haber visto tantos templos.

Desde allí nos movimos hasta la estación de Namba para comenzar nuestra ruta por la zona centro de la ciudad. Primero paseamos por el barrio de DenDenTown, el Akihabara de Osaka (barrio friki). Nos llevó toda la mañana, porque estuvimos mirando y rebuscando tesoros en las tiendas (oye, pescamos un par de cosas!).

Después fuimos hasta el mercado Kuromon Ichiba, del que no nos podíamos ir sin probar los pulpitos rellenos de huevo de codorniz y otros pinchitos de pescado muy ricos. Así que esa fue nuestra comida.

Tras llenar los estómagos, seguimos paseando por la Calle Sennichimoe (había puestos de bolitas de pulto – Takoyaki), la zona comercial de Namba y Shinsaibashi… Y por Dotonbori y Amerika-Mura.

Una vez acabada de ver la zona centro, nos movimos en metro hasta la zona de Tennoji y Shinsekai. Atravesamos un parque en el que los estudiantes estaban celebrando un festival para recaudar fondos y así llegamos a los Templos de Isshinji Tennoji (había mucho ambiente) y el Shi-Tennoji (este sólo molaba por ala ruedas que daban vueltas, y sino que le pregunten a Víctor ajajja). Además, vinos de la Torre Tsutenkaku, símbolo del barrio de SHINSEKAI.

Y Aprovechamos también para pasar por un Mcdonals y reponer fuerzas gracias a un mcflurry de Pikachu.

Tras finalizar estas dos zonas de Osaka, volvimos a Kyoto en tren. Descansamos un ratín en el hotel y nos fuimos a cenar a un restaurante especializado de Okonomiyaki (pizzas japonesas). Se llamaba Kyo Chabana. Nos costó 57 euros, pero hay que tener en cuenta que pedimos botella de vino y dos bebidas raras (estas cosas son las más caras en Japón) y también postre… Pero os podemos decir que mereció la pena. Para Víctor, sin Kobe y la carne de Hida, ha sido el mejor sitio en el que hemos comido.

Sí, el churro era el postre jajaja pero el toque de salsa de té verde… Mmmm!

Al día siguiente madrugamos y nos despedimos de Kyoto…y emprendimos ruta hacia el Monte Koya. Ahora estamos volviendo de allí! Os lo contamos mañana ^^


Estamos a escasos días de acabar el viaje y es ahora cuando acumulo retraso al escribir… Yo creo que es porque me da pena asumir que esto se termina.

Para mí, estás jornadas eran de las que más ilusión me hacían. Íbamos a visitar el Castillo de Himeji, Hiroshima y la isla de Miyajima.

El castillo de Himeji es precioso. Tuvimos que andar un kilómetro y pico desde la estación hasta llegar a su entrada, pero merece la pena el paseo porque lo vas viendo acercarse. La entrada vale 1000 yenes, pero en serio, está muy bien conservado y no duelen 🙂 A este castillo le llaman el de la garza blanca, por su color, en contraposición al de los cuervos de Matsumoto, en el que ya estuvimos ^^

 

Después, cogimos otro tren hacia Hiroshima. Allí nos volvimos un poco locos buscando el tranvía para llegar a la zona del Parque de la Paz. Nos hubiera gustado estar el día 6 allí (hoy) para presenciar el acto en recuerdo a las víctimas de la Bomba Atómica, pero es algo que fue imposible incluso programándolo con meses de antelación. Allí estaban ya montando carpas y sillas para aquel día. A mí, personalmente, no sentí realmente estar allí, me parecía algo artificial (me sentía hasta mal conmigo misma). Víctor, en cambio, paseaba bastante callado, siendo consciente de dónde estaba.

El museo está muy bien, pero había tanta gente que era difícil acercarse a los paneles para leerlos en inglés e ir traduciendo. Así que optamos por ver los objetos, fotos…

 

Una vez terminamos de ver el Parque de la paz, volvimos a coger el tranvía para ir a Miyajimaguchi, lugar en el que se cogen los ferris para ir a la isla de Miyajima. Apenas tomamos un pinchito de cangrejo y de pulpo, y nos embarcamos. Al tener el Jr activado (pase de trenes) también nos entraba el ferry de la misma compañía, que apenas tarda 10 minutos en llegar a la isla. Molaba ir viendo cómo te acercabas al Tori (la puerta del Mar).

Nuestro hotel estaba a 5 minutos andando del Tori y era tradicional, por lo que esa noche volvimos a dormir en futones (aunque eran más tipo colchón y por eso, más cómodos). La habitación tenía vistas al mar, pero no se veía el Tori. Nosotros tuvimos la mala suerte de que tanto a la hora que llegamos como al día siguiente cuando nos fuimos, la marea estaba alta, por lo que no pudimos andar por el Tori 🙁 Aún así, merece la pena pasar la noche en la isla cuando la aglomeración de la isla desaparece ^^ ver el atardecer desde allí o incluso bañarte, como hizo Víctor, cuando anochece mola (y el agua estaba a 20 grados!!!)

Eso sí, para cenar fatal. A las siete de la tarde estaba todo cerrado!! Al final, tras mucho deambular encontramos un sitio y puff, nos clavaron y salimos muertos de hambre. Así que ya sabéis, si vais cenar a las seis de la tarde!!

Al día siguiente, nos fuimos a dar otra vuelta, pero la marea seguía alta así que decidimos no esperar varias horas a que bajase y continuar nuestro viaje. Al medio día llegamos a Kobe, donde queríamos probar la carne que le de nombre. Fuimos a un restaurante cerca de ella estación de Shin-Kobe que recomendaban en internet y madre mía!! Espectacular, la mejor carne que hemos probado ^^. Eso sí, nos salió por unos 85 euros la comida! El sitio se llamaba Wakkoqu y el cocinero se dedica un buen rato a cocinarte en exclusiva.

Después seguimos nuestro viaje hasta Kyoto e hicimos checkin en el que ha sido nuestro segundo alojamiento en esta ciudad: hotel San crane (muy recomendado). Me encanta el hecho de que en todos los hoteles te dejen pijamas jajajaja

Tras descansar, decidimos dar una vuelta por la galería Teramachi y comprar unas sandalias y jubilar las mías, que estaban a punto de morir y aprovechamos para cenar en un sitio de sushi, que estaba muy bien. Se llama Musashi Sushi y está entre los mejores restaurantes de Kyoto en TripAdvisor. Cenamos por unos 25 euros los dos y nos llenamos ^^ yo probé hasta uno de jamón serrano

Y así terminaron estás dos jornadas! Ayer estuvimos en Osaka y hoy vamos de camino al monte Koya. Ya os lo contaremos en otras entradas. Un beso!


A mí este día ya se me notaba el cansancio y decidimos hacer una ruta «light» por la zona que nos faltaba de Kyoto: Arashiyama.

Comenzamos por el famoso Bosque de Bambú, que para ser sinceros, nos defraudó un poco. Lo imaginábamos más salvaje, más frondoso… Pero aún así, hay que reconocer que mola dar un paseo.

Sonará tonto, pero me hizo ilusión cruzar un paso a nivel como el de la película de animación «5 cm por segundos»

Después pagamos por ver algún templo, y otros decidimos verlos desde fuera (la templitis aún estaba patente, aunque ya se está difuminando jajaja)

Desde allí nos fuimos a una galería que, había encontrado por internet, y decían que había tiendas frikis. Se llama: Teramachi. Allí aprovechamos para comer unas hamburguesas y dar un descanso a la comida japonesa tradicional. El sitio se llamaba Motion Diner Burger. La verdad es que estaban buenas y nos salió por unos 23 euros entre los dos.

Y allí vimos carteles de lo que parecer ser una futura peli de fullmetal!!

Tras llenar el estómago nos desplazamos a un templo que yo tenía ganas de ver: Kodaiji y mereció la pena 🙂

Después nos fuimos a descansar al hotel, y lo que iba a ser una breve parada se convirtió en una siesta jajajaja. Algo descansados, fuimos a dar una vuelta a varias tiendas y a cenar a un indio que Víctor había fichado días antes («Patrick» se llama) … Y la verdad, qué comida más buena por 30 euros los dos!

Para acabar el día tocó preparar las maletas para enviarlas de nuevo mediante kuroneko a nuestro futuro hotel de Osaka que veremos en unos días, y a hacer las mochilas para las 4 noches que nos vamos a mover. Ayer ya llegamos a Miyajima, luego os lo cuento en otro post 🙂


Ayer fue una jornada especialmente bonita. El día consistía en visitar dos lugares que durante años hemos visto en fotos, vídeos y que nos habían hablado maravillas de ellos… Se trata de Nara y Fushimi Inari.

Primero nos desplazamos en tren a Nara. Tras caminar unos quince minutos, llegamos a la zona de parque en la que se encuentran los atractivos turísticos: diversos templos acompañados por miles de ciervos 🙂 De camino a los sitios, había puestecillos en los que comprar galletas para darles de comer por 150 yenes. En cuanto las compréis quitadle el plástico que las envuelven, o te las quitan de las manos con plástico incluido. Los ciervos, en cuanto te ven con galletas, van a ti como zombies jajajaja pero en serio, es muy chulo verte rodeada de ciervos y no dar a basto dándoles de comer a la vez que recibes alguna que otra cornada cariñosa jajajaja. Víctor intentó darles de beber una de las bebidas que habíamos sacado de máquinas (yo creo que pocas nos quedan por probar).

La verdad es que pasear por la zona y ver cada varios metros multitud de ciervos es bonito. La gente les tiene mucho respeto y les hace reverencia. Hasta la segunda guerra mundial eran considerados celestiales y divinos , y desde entonces son tesoros nacionales.

El templo más famoso de Nara es el Todaiji que alberga a la figura de Buda de 16 metros. De camino para allá comenzó a caer el diluvio universal. Pero da igual, hay miles de tiendas y el artículo estrella de todo Japón son los paraguas. 300 yenes y solucionado.

En una de las columnas  interiores  de madera, hay un hueco del mismo tamaño -dicen- del orificio de la nariz de la figura de Buda. Hay que pasar por él para ser bendecidos. Varios niños lo pasaron sin problemas… Yo lo conseguí, pero Víctor tuvo que tirar de mi brazo para que saliese jajaja así que no sé si Buda nos lo dará por bueno.

De vuelta a la estación paramos a comer en una franquicia llamada Coco curry, y pedimos una ensalada y un plato de curry con pescado para compartir (17 euros los dos con bebida).

Desde Nara, cogimos tren local para Fushimi Inari. El sitio es precioso con sus tori (puertas Rojas de madera) pero está masificado. Leí en un artículo que solo los 3 primeros días del año, por allí pasan casi 3 millones de personas. Allí puedes hacer una ruta, que tiene forma de 8; a través de los tori. La mayoría de visitantes hace solo el primer círculo del 8, por eso es recomendable que hagáis el segundo porque nosotros pudimos disfrutar del paisaje y el lugar, mucho más tranquilos y casi sin gente. A nosotros nos llevó 2 horas y media. Eso sí, mucha cuesta que hay que subir y que luego hay que bajar jajajaja. Pero merece la pena atravesar esas puertas donadas por los comerciantes para tener prosperidad en sus negocios, gracias a la bendición de Kitsune (deidad en forma de zorro).

La verdad que es un sitio para ir sin hora, preparados para andar y disfrutar de la espiritualidad que se «respira». De noche seguro que también es precioso 🙂

Tras esta visita volvimos al hotel a descansar y después nos fuimos a un centro comercial al lado de la estación de Kioto en el que había un par de tiendas frikis y… Pesqué!! Estaba a 1000 yenes la pistola de Psyco Pass!!! Así que imagino que para el próximo salón del Manga de Barcelona me cospleyearé de Akane (eso implica corte de pelo radical jajajaja).

Para cenar, optamos por una pizza para llevar al hotel. Nos apetecía algo diferente a la comida tradicional japonesa jajaja nos costó unos 18 euros la grande y hay que decir que estaba buena 🙂

Esa fue nuestra jornada de ayer. Hoy ya estamos descansando tras una intensa jornada mañanera por la zona de Arashiyama… Os lo contamos mañana!!


El día de ayer fue muy muy muy muy largo. Un día de templetis total. Cómo vamos justos de días (en serio) decidimos unir dos itinerarios e hicimos noreste y noroeste de Kioto. Aún así, tuvimos que seleccionar y descartar, porque ya os digo que es imposible ver todos. Primero, porque en cada templo (casi todos) tienes que pagar una entrada que va de entre los 300 a los 600 yenes… Segundo, porque no te da tiempo, y tercero, como abarques muchos acabarás hasta el gorro de ellos.

Nosotros empezamos por el Pabellón o Templo de Plata y la verdad, aunque el edificio en sí no dice mucho, el entorno es espectacular. A Víctor le encantó.

Después caminamos por el Paseo de los filósofos (en época de cerezos en flor tiene que ser espectacular).

Y pasamos por el templo Nanzenji.

La caminata fue larga hasta llegar al Heian Jingu. Allí pagamos entrada de 600 yenes por cabeza para los jardines. En esta época no merece mucho la pena la verdad, pero en primavera tiene que ser espectacular. Aún así, casi sin flores, el sitio es muy bonito.

Una vez acabada esta zona, cogimos el bus hasta el Palacio imperial, donde empezaría el itinerario de la segunda zona. Para el bus, que lo íbamos a coger mucho ese día, compramos un pase diario para todos los buses por 500 yenes.

Tras un largo trayecto llegamos, pero error!! (Y por segunda vez, porque ya nos pasó en Tokio). Parece ser que todos los palacios imperiales de Japón cierran los lunes jajaja así que de allí, nos fuimos para el Castillo Nijo. La verdad, es que es impresionante!! Pero menuda calor pasamos durante la visita.

Nuestra siguiente parada, a la que fuimos en bus, fue el Kitano Tenmagu… Un templo muy desconocido para los turistas occidentales y que leí en varias webs que merecía la pena… Y os puedo asegurar que así es. Además, comimos en la zona en una taberna tradicional.

De allí otro autobús hasta el templo estrella… El Pabellón dorado. La verdad es que es digno de ver por su esplendor (y por ser dorado, como los caballeros del zodíaco jajajaja) pero es el pabellón y punto, nada más… Y estaba colapsado de turistas!

Por cierto, si queréis comprar amuletos de los templos… Hacedlo aquí, curiosamente es el sitio donde más barato los he encontrado por ahora. Desde allí nos fuimos caminando hasta el Ryonanji, que lo más curioso es su jardín zen de piedras.

Y desde allí, otro paseo hasta el Ninnaji donde acabamos nuestra ruta templitis del día.

Y aquí terminó nuestra ruta de templos. Estábamos muy cansados, pero decidimos intentar un segundo round de la misión «fotografiar a una geisha y una meiko en Gion». Así que hora de bus hasta el barrio de ellas geishas… Y a subir y bajar la calle varias veces jajajaja. Conseguimos ver a una geisha adulta, ya con traje sobrio y menos maquillaje como marcan sus normas… En cuanto nos vió con la cámara se tapó con su sombrilla… Y tras un rato por fin desde un callejón salió una meiko (aprendiz de geisha que van vestidas con colores más llamativos y mucho maquillaje). Al principio se tapó un poco, pero al llegar a la calle principal y a su destino, un restaurante de banquete, mientras esperaba intentando pasar algo desapercibida (imposible), se relajó y se dejó hacer algunas fotos 🙂 yo incluso le pedí permiso para hacerme una con ella. Es una tontería, pero me hizo mucha ilusión porque además iba ataviada como manda la norma de las de Gion ^^

Para cenar, fuimos a un restaurante de sushi al que habíamos echado el ojo el día anterior en la zona de Pontocho. Además de poder coger los platos de una cinta giratoria, también tenías una tablet para pedir a la carta 🙂 Eso sí, la zona es cara. Cenamos por 40 euros los dos. El sitio se llama Chojiro… y tiene mucha clientela por lo que hay cola desde temprano, pero merece la pena. El pescado es muy fresco, tanto que ves cómo lo cogen de las peceras.

Y ese fue nuestro día de ayer. Solo de volverlo a revivir escribiendo aquí me he vuelto a cansar jaja. Pero la verdad, pese al pateo y al cansancio, mereció la pena la jornada.

Hoy hemos ido a Nara y a Fushimi Inari, os lo contaremos mañana!!


Este día lo dedicamos a la aldea de Shirakawago y a movernos hasta Kioto. Para ir a Shirakawago hay que hacerlo en bus de la compañía Nohi Bus y hay que comprar los tickets con antelación, cosa que hicimos el día anterior en la estación de Takayama. El trayecto solo ida cuesta 2470 yenes por persona. Ojo, nosotros reservando la tarde anterior, tuvimos que coger el bus más temprano porque ya no quedaban para los de delante.

El trayecto es de 50 minutos hasta la aldea. Una vez allí paseamos por todo el pueblo, y al ser tan temprano apenas había turistas y las tiendas estaban cerradas así que el lugar tenía más encanto con sus casas de madera y techos de paja.

Después, visitamos una casa por dentro. Creo recordar que nos costó 300 yenes por persona.

Y después subimos hasta el mirador del pueblo para disfrutar de las vistas.

Shirakawago tiene 2 horas y pico de visita, pero no más. Nosotros habíamos cogido el bus para Kanazawa para 4 horas después, pero en la taquilla nos lo cambiaron para unos cuantos antes sin problemas. Ah! Las mochilas con las que nos hemos estado moviendo estos días (recordad que las maletas grandes las mandamos desde el hotel de Tokyo al de Kioto), las pudimos dejar en una consigna de la estación de Shirakawago por 500 yenes.

A Kanazawa hay hora y veinte de trayecto en bus (nos costó casi 1900 yenes por persona), pero es un viaje ameno por los paisajes tan verdes. Una vez en Kanazawa, cogomos el tren rápido para Kioto: el thunderbird, que tarda 2 h. Y 20 min.

En Kanazawa no vimos nada. Sabemos que es un lugar de interés, pero según leímos en guías y demás, decidimos prescindir de él.

El viaje en tren a Kioto se me hizo largo y frío porque iba con pantalones Cortos y el aire acondicionado estaba a tope. Recordad, trayectos largos en tren, pantalones largos!

La verdad es que la primera impresión de Kioto fue su estación y me pareció un caos. Pese a ser más pequeña que Tokio, me agobié mucho más y me faltaban indicaciones. Tras dar vuelta de tontos, encontramos la parada de metro y llegamos a nuestro hotel: She Kioto. Es un establecimiento moderno y funcional (en el ascensor hay un cartel de que no hagas ruido por la noche o llaman a los Cazafantasmas jajajaja). Allí pudimos comprobar que nuestras maletas grandes habían llegado sin problemas! (Un 10 a Yamamoto transport, también conocida como Kuroneko).

Aunque estábamos cansados decidimos intentar ver unos cuantos templos por la tarde pero… Error! Llegamos al primero y cerrado (la mayoría de templos cierra a las 5 de la tarde y puedes acceder hasta media hora antes). Así que nuestro gozo en un pozo y nos fuimos con prisas al de Kiyomizudera que cerraba más tarde. Eso sí, en Kioto hay que moverse en bus y os aseguro que es mucho más lioso que las miles de líneas de tren o metro de Tokio, y también más pesado y lento. Kiyomizudera merece la pena (creo recordar que nos costó 300 yenes) pese a que el edificio principal esté en rehabilitación (nos hemos encontrado con muchos así). Ah! Y bebí de su fuente, porque dicen que da éxito ^^ (curioso que había máquinas con rayos ultravioletas para desinfectar los cazos de los que bebe la gente).

Al anochecer decidimos dar una vuelta por Pontocho y Gion, los barrios de lss geishas, pero ese día no tuvimos suerte de ver ninguna.

Ah! Durante esa jornada, comimos en el tren de camino a Kioto varias cosillas que compramos en el combini 7eleven y para cenar… Fue una odisea. En Pontocho y Gion todo era carísimo y estaba lleno. Después de andar mucho rato entramos a un bar curioso que solo preparaban la «pizza japonesa» (Okonomiyaki), que pedimos para compartir. Una y la cerveza de Víctor nos costó unos 12 euros (caro a proporción), pero el sitio tenía su encanto. Se llama Issen Yoshoku

Y esa fue nuestra jornada de ayer. Hoy nos hemos pateado muchiiiiiisimos templos y santuarios de Kioto y estamos reventados (me ha costado mucho escribir esta entrada de ayer jajajaja) pero la jornada de hoy os la cuento mañana ^^.

Mañana nos toca una parte del viaje que tengo muchas ganas… Nara y Fushimi Inari.

Besos!


A primera hora de la mañana pusimos rumbo en tren a Matsumoto, para llegar en cuanto abriesen el castillo. El trayecto en tren fue de algo más de una hora y luego quince minutos andando. Sin lugar a dudas, considero esta parada imprescindible. El castillo de los Cuervos (recibe coloquialmente ese nombre por su color negro) es uno de los más bonitos de Japón. Está rodeado por un foso de agua y la verdad, es una bonita estampa fotográfica ya sólo por fuera.

Por recomendación de un amigo, decidimos entrar dentro y la verdad es que merece la pena. Son 620 yenes, creo recordar, por persona… Y permite subir hasta la planta alta y ver cómo era por dentro, algunos objetos… Los jardines también tenían pinta de ser muy bonitos, pero estaban preparando una especie de escenario para un concierto y lo deslucía.

Una vez visto el castillo, volvimos a la zona de la estación, pero esta vez a la de bus. Muy a nuestro pesar, esta vez teníamos que «desaprovechar» el Jr Pass porque el trayecto en tren desde Matsumoto a Takayama (nuestro siguiente destino) tiene muy mala combinación y son unas 4 horas y 30 frente a las 2 h y 20 en bus… Así que nos decantamos por sacar el monedero y pagar el Nohi bus, que nos llevó a Takayama por unos 3190 yenes cada uno (25 euros al cambio). El autobús era cómodo y espacioso, y el paisaje de todo el trayecto muy bonito: muy verde y bosques frondosos.

Al llegar a Takayama, nos ocurrió lo mismo que en la mayoría de hoteles: el checkin es a las 15h. Así que dejamos las maletas para que nos las guardasen y salimos a patear Takayama.

Takayama es una ciudad pequeña, pero tiene encanto. Hay 3 calles tradicionales, con las casas típicas que vemos en los mangas de época (Víctor decía que se imaginaba que de un momento a otro saliese Misao de Kenshin jajajajaja).

 

Una de las cosas por las que destaca Takayama es porque tiene bien conservadas casas antiguas. Nosotros decimos entrar a «Takayama Jinya» (por algo más de 400 yenes por cabeza). Es la antigua casa del gobernador y pudimos pasear por ella y ver objetos de la época.

Además, también hay varios templos por las calles, y son de entrada gratuita al recinto.

Y en la mayoría de ellos hemos visto estas muñequitas con extremidades puntiagudas. Es el souvenir típico de Takayama (además del Sake o el nácar), representa a las antiguas muñecas que hacían las mujeres mayores de la zona.

Pero si aún no estáis cansados de templos – nosotros todavía no – hay una ruta en el norte de la ciudad llamada «Camino de los templos de Higashiyama». Es un agradable paseo por la parte alta de Takayama pasando por varios templos y cementerios. Merece la pena!

Ya para terminar el día, dimos otra vuelta por esta mágica ciudad…

Hay que tener en cuenta que sobre las 18h cierran las tiendas… Pero pasear por la zona tiene su encanto al anochecer. Y te puedes encontrar cosas como ésta… Aún no estamos seguros, pero creemos que era una especie de festival de los colegios.

Ah!! Importante jajajaja evidentemente durante este día comimos y cenamos! Y la verdad que, a mi parecer, nos salió bastante bien las elecciones. Para comer decidimos probar la carne de Hida, famosa por estas tierras y apostamos por un restaurante que recomiendan en la web de Japonismo (por cierto, nos ayuda mucho en nuestra aventura), y que se llama Maruaki. Allí probamos 3 partes distinta de Hida (300 gr.) y pedimos para acompañar, ensalada, arroz y sopa. Cerveza para Víctor y agua para mí (ponen jarra gratis como en casi todos los sitios de Japón) nos salió por unos 40 euros los dos. Eso sí, la carne estaba buenísima (de las mejores que he probado en mi vida) y te la hacías tú en el fogón de la propia mesa 🙂

Y para cenar optamos por algo ligerito y decidimos ayudarnos por TripAdvisor. Nos sorprendió encontrar el número 7 de la ciudad un bar de gyozas (empanadillas) en el que sólo caben 9 personas. Se llama Hida Takayama Gyoza Sohonzan. Así que fuimos a por él, y la verdad que no nos equivocamos. El sitio es peculiar, lleno de dibujos hechos por clientes (había muchos firmados por españoles). Un plato de 6 empanadillas tradicionales 500 yenes, 6 de carne de Hida (riquísimas) por 700 yenes y 6 de espinacas por otros 500 yenes. El saque, servido en un vaso de madera, según Víctor estaba buenísimo (600 yenes). Yo me pedí zumo de naranja (200 yenes) porque curiosamente es el único sitio en el que no ponían agua free jajaja.

Hasta aquí nuestra jornada de ayer 🙂 Ahora estamos en el tren camino a Kioto, tras pasar la mañana en Shirakawago e ir en bus hasta Kanazawa. Mañana más, un beso!!


Ayer fue un día duro. No, no por culpa de una paliza de itinerario… Sino por abandonar Takaragawa Onsen. Ese lugar idílico que llevaba tantos meses viendo en foto… Ya se había disfrutado y tocaba pasar a otra cosa mariposa. Lo que quizás no echo tanto de menos es dormir en futón (las cosas como son).

El shuttle bus del propio hotel nos llevó de nuevo a la estación de Jomo-Kogen, desde donde cogimos un primer tren bala y a los diez minutos hicimos transbordo a otro shinkasen. Pasado el mediodía llegamos a Nagano, donde haríamos una parada y noche en nuestro itinerario (sobre todo, para reducir trayectos). El hotel Gran chisun Nagano se encuentra a 5 minutos de la estación, así que llevamos allí las maletas y mientras, como el check no es hasta las 14h., nos vamos al Templo Zenkojin. La calle que da acceso al recinto está llena de comercios con amuletos y figuras más baratas que en los propios templos. Creo recordar que se llama Calle Nakamise.

Y el templo en sí en una pasada. A mí me gustó mucho. Conserva su aire tradicional y los edificios son muy bonitos, además hay rincones muy chulos para fotografiar (solo hay que pagar por subir a la segunda planta del edificio principal y para entrar a un salón por dentro, nosotros no lo hicimos… Según lo que leímos que era, decidimos prescindir. El recinto es sí es gratuito).

Además, en la calle de entrada al templo (la de los comercios) y la grande que enlaza con esa calle (Omotesando) en algunos puntos, tienen mini templos que también merecen la pena 🙂

Ah! Cuando íbamos de camino al templo comimos en este lugar (no digo nombre porque sólo lo he encontrado en escritura japonesa jajaja) Dos bandejas de comida japonesa y una cerveza, unos 16 euros (estaba muy bueno, pero tengo que decir que a la tarde me dolía el estómago)

Además, está al lado de una calle muy retro y molona por la que dimos un paseo de vuelta al hotel.

El resto del día lo pasamos descansando hasta la noche. Fuimos a un par de tiendas frikis de Nagano y a cenar en una hamburguesería hawaiana (aquí todas las que hemos visto son hawaianas jajaja). Se llamaba mountain q y cenamos por unos 26 euros los dos (hamburguesa con patatas, super tortitas con arándanos, dos limonadas naturales y dos cervezas).

Hoy hemos madrugado y estamos de camino al Castillo de Matsumoto… Pero eso ya os lo cuento mañana ^^

Un beso enorme!!


Ayer llegamos a Takaragawa y hoy seguimos por aquí. Se trata de un lugar no muy habitual en los itinerarios habituales por Japón y que yo descubrí por casualidad durante los meses de pleno estudio del viaje. Se trata de un rotemburo (baño termal al aire libre) que se encuentra en los llamados Alpes japoneses. Soy muy aficionada a los baños termales y una de mis mayores ilusiones era visitar un lugar así: en plena naturaleza, aguas termales y lo mejor de todo… Mixto! Es decir, Víctor y yo podríamos estar juntos (es más común algunos onsen – baños interiores – mixtos, a exteriores como éste). Eso sí, los hombres van desnudetes, sólo con una minitoalla tapando sus partes íntimas.

Para llegar allí, desde Tokio hay casi una hora en tren bala y después te vienen a recoger en un bus los del hotel. Al llegar, rellenamos ficha y llegó un momento muy guay… Elegir nuestro yukata (vestimenta japonesa para nuestra estancia).

El alojamiento, tipo ryokan, es antiguo (no estaría mal alguna que otra reforma) y muy rural (por la noche encontramos una super araña en la habitación y tuve que ir a recepción para que la matasen jajaja). Nuestro cuarto, pese al precio (algo más de 200 euros noche con media pensión), no tiene baño privado, pero es enorme. Al entrar, tenemos un recibidor donde dejamos los zapatos y después accedemos a un segundo recibidor con espejo… Que al cruzar llegamos a la habitación central con una mesa y dos sillas a ras de suelo y el espacio para los futones. Además, unas puertas correderas nos dan acceso a una especie de terraza cerrada con vistas al río (el sonido del río no cesa en todo el día, es agradable).

El alojamiento consta de un onsen (pequeño baño interior público dividido por sexo) y rotemburo. El rotemburo, que es donde nosotros estamos haciendo vida, consta de 3 baños diferentes (a cada cual más caliente) y un cuarto que es solo para mujeres. Lo «bueno» de este rotemburo, que aunque sea mixto, las mujeres van como una especie de toalla-vestido que te dan en recepción para estar en los mixtos exteriores (aunque de noche, como estábamos solos yo me lo quité y se estaba mejor ^^).

Aquí en los alrededores no hay absolutamente nada (sólo bosque y un restaurante para comer que calidad precio es caca, pero no hay otro sitio) y la cena y desayuno sin tipo buffet en el propio hotel (no están mal).

En resumidas cuentas, estos dos días nos han venido genial para la parte relax honeymoon jajajaja y además, he estado en un lugar con el que tantas veces había soñado. Si tenéis muchos días para un itinerario extenso os recomendamos pasar por aquí (al menos una noche), porque sin dudar, es un sitio mágico 🙂

P.d tienen 3 osos enjaulados en una zona. Son muy majos, pero dan mucha pena 🙁 hay carteles que dicen que no son para comer… Pero yo ya había leído por internet todo lo contrario. Si venís, no tenéis porqué verlos, no es zona de paso.

Os dejo unas fotitos de por aquí… Y mañana os cuento nuestra puesta en marcha hacia Nagano! Se acabó el estar como pasas :(((

 

Por cierto!! El rotemburo está abierto 24 horas. Los baños nocturnos son los mejores 🙂 en serio, tenéis que pasar por aquí!!


El último día de nuestra estancia en Tokio se lo dedicamos a hacer excursión a Nikko. Según leímos durante la preparación del viaje, se trata de un sitio imprescindible. Para llegar allí hay que usar Shinkasen (tren bala), así que por eso hay que ir ya con el JR pass activado, porque sino es un viaje caro. Recomiendan madrugar, porque el viaje son unas dos horas. Primero hay que ir en tren bala hasta Utsunomiya y luego coger tren Jr local que nos lleva hasta Nikko. Nada más salir del tren tenéis una oficina de turismo que os informaran de diferentes itinerarios según el tiempo que tengáis. A nosotros nos marcó la zona central de Nikko y nos recomendó un pase de autobuses para movernos por esa zona de 500 yenes… El autobús en cuestión es el 1B – W y se coge en la propia puerta de la estación. Nosotros nos bajamos en la parada de más arriba para así ir haciendo la ruta desde arriba hacia abajo 🙂

Para entrar a cada templo hay que pagar entre 200-500 yenes… Salvo uno, el Toshogu que son 1300 yenes. A nosotros, precisamente el más caro fue el que menos nos gustó pero porque estaba masificado de turista, en cambio el resto, aunque más modestos, los encontramos casi vacíos y nos gustaron más. Por cierto, el Rinnoji no os lo recomiendo… Esta totalmente cubierto como si de un edificio se tratase y está en obras hasta 2019… Y para verlo por dentro no merece la pena.

Tras ver los templos, y uno de los puentes más bonitos de Japón (no se puede cruzar por él, está cerrado) decidimos comer. Pero Nikko, como decíamos, es un lugar turístico y por lo tanto, caro y no muy allá para la comida… Así que como nada nos convencía, acabamos comprando comida en uno de ellos badulakes de allí, que nos están salvando la vida para desayunar «Family Mart» (por cierto, nos hicieron participar en una promoción y a Víctor le tocó una Sapporo gold jajaja).

Y a partir de aquí fue cuando se nos jodió el día y la visita a Nikko. Tras comer, empezó a chispear pero no le dimos importancia y decidimos seguir nuestra ruta hacia el parque botánico y el Abismo de Kanmangafuchi, un sendero custodiado por figuras Jizo… Pero no, no se quedó en chispear. La lluvia apretaba con fuerza a cada paso que dábamos. Empapados, decidimos continuar al menos hasta el abismo porque a mí me hacía mucha ilusión.

Tras empaparnos, decidimos prescindir del jardín botánico y buscar una parada de autobús que nos llevase a la estación. Fue un infierno. Andamos varios km bajo la lluvia, que caía más fuerte que anres hasta que por fin encontramos una.

Nos escurrimos cómo pudimos, pero nos dimos cuenta que el viaje a Tokio (casi dos horas) en trenes con aire acondicionado se nos haría muy largo… Pero qué ilusos en ese momento!! Se nos hizo aún más largo de lo que pensábamos porque el tren bala, nos dejó tirados. Sí, se quedó casi una hora parados… Y después nos hicieron bajarnos en una estación y esperar a otro… Pero llegaban lleno y no se podía ni entrar… Hasta el tercer tren no conseguimos hacernos hueco. Total, que llegamos a a Tokio pasadas las siete (una hora y pico más tarde y empapados).

Antes de ir al hotel, aprovechamos para hacer una última parada por Akihabara para una compra pendiente… Y después, tras secarnos y descansar, fuimos a cenar cerca del hotel a un restaurante que estaba en un bajo-sotano llamado Kanda Awajicho, que nos salió por unos 26 euros los dos y estuvo bien (salvo por una cosa que pedí sin saber que era y resultó ser un ajo completo tostaillo diente a diente jajajaja)

En general os puedo decir que la excursión a Nikko merece la pena. Es un lugar precioso con sus santuarios y templos en pleno bosque. Se ven más naturales, más antiguos que los de Tokio.

Ayer fue nuestro último día en Tokio y ya estamos en un lugar idílico que a mí me hacía especial ilusión ir: Takaragawa Onsen. Pero eso es lo contamos mañana 🙂