El último día de nuestra estancia en Tokio se lo dedicamos a hacer excursión a Nikko. Según leímos durante la preparación del viaje, se trata de un sitio imprescindible. Para llegar allí hay que usar Shinkasen (tren bala), así que por eso hay que ir ya con el JR pass activado, porque sino es un viaje caro. Recomiendan madrugar, porque el viaje son unas dos horas. Primero hay que ir en tren bala hasta Utsunomiya y luego coger tren Jr local que nos lleva hasta Nikko. Nada más salir del tren tenéis una oficina de turismo que os informaran de diferentes itinerarios según el tiempo que tengáis. A nosotros nos marcó la zona central de Nikko y nos recomendó un pase de autobuses para movernos por esa zona de 500 yenes… El autobús en cuestión es el 1B – W y se coge en la propia puerta de la estación. Nosotros nos bajamos en la parada de más arriba para así ir haciendo la ruta desde arriba hacia abajo 🙂
Para entrar a cada templo hay que pagar entre 200-500 yenes… Salvo uno, el Toshogu que son 1300 yenes. A nosotros, precisamente el más caro fue el que menos nos gustó pero porque estaba masificado de turista, en cambio el resto, aunque más modestos, los encontramos casi vacíos y nos gustaron más. Por cierto, el Rinnoji no os lo recomiendo… Esta totalmente cubierto como si de un edificio se tratase y está en obras hasta 2019… Y para verlo por dentro no merece la pena.
Tras ver los templos, y uno de los puentes más bonitos de Japón (no se puede cruzar por él, está cerrado) decidimos comer. Pero Nikko, como decíamos, es un lugar turístico y por lo tanto, caro y no muy allá para la comida… Así que como nada nos convencía, acabamos comprando comida en uno de ellos badulakes de allí, que nos están salvando la vida para desayunar «Family Mart» (por cierto, nos hicieron participar en una promoción y a Víctor le tocó una Sapporo gold jajaja).
Y a partir de aquí fue cuando se nos jodió el día y la visita a Nikko. Tras comer, empezó a chispear pero no le dimos importancia y decidimos seguir nuestra ruta hacia el parque botánico y el Abismo de Kanmangafuchi, un sendero custodiado por figuras Jizo… Pero no, no se quedó en chispear. La lluvia apretaba con fuerza a cada paso que dábamos. Empapados, decidimos continuar al menos hasta el abismo porque a mí me hacía mucha ilusión.
Tras empaparnos, decidimos prescindir del jardín botánico y buscar una parada de autobús que nos llevase a la estación. Fue un infierno. Andamos varios km bajo la lluvia, que caía más fuerte que anres hasta que por fin encontramos una.
Nos escurrimos cómo pudimos, pero nos dimos cuenta que el viaje a Tokio (casi dos horas) en trenes con aire acondicionado se nos haría muy largo… Pero qué ilusos en ese momento!! Se nos hizo aún más largo de lo que pensábamos porque el tren bala, nos dejó tirados. Sí, se quedó casi una hora parados… Y después nos hicieron bajarnos en una estación y esperar a otro… Pero llegaban lleno y no se podía ni entrar… Hasta el tercer tren no conseguimos hacernos hueco. Total, que llegamos a a Tokio pasadas las siete (una hora y pico más tarde y empapados).
Antes de ir al hotel, aprovechamos para hacer una última parada por Akihabara para una compra pendiente… Y después, tras secarnos y descansar, fuimos a cenar cerca del hotel a un restaurante que estaba en un bajo-sotano llamado Kanda Awajicho, que nos salió por unos 26 euros los dos y estuvo bien (salvo por una cosa que pedí sin saber que era y resultó ser un ajo completo tostaillo diente a diente jajajaja)
En general os puedo decir que la excursión a Nikko merece la pena. Es un lugar precioso con sus santuarios y templos en pleno bosque. Se ven más naturales, más antiguos que los de Tokio.
Ayer fue nuestro último día en Tokio y ya estamos en un lugar idílico que a mí me hacía especial ilusión ir: Takaragawa Onsen. Pero eso es lo contamos mañana 🙂