Estamos a escasos días de acabar el viaje y es ahora cuando acumulo retraso al escribir… Yo creo que es porque me da pena asumir que esto se termina.
Para mí, estás jornadas eran de las que más ilusión me hacían. Íbamos a visitar el Castillo de Himeji, Hiroshima y la isla de Miyajima.
El castillo de Himeji es precioso. Tuvimos que andar un kilómetro y pico desde la estación hasta llegar a su entrada, pero merece la pena el paseo porque lo vas viendo acercarse. La entrada vale 1000 yenes, pero en serio, está muy bien conservado y no duelen 🙂 A este castillo le llaman el de la garza blanca, por su color, en contraposición al de los cuervos de Matsumoto, en el que ya estuvimos ^^
Después, cogimos otro tren hacia Hiroshima. Allí nos volvimos un poco locos buscando el tranvía para llegar a la zona del Parque de la Paz. Nos hubiera gustado estar el día 6 allí (hoy) para presenciar el acto en recuerdo a las víctimas de la Bomba Atómica, pero es algo que fue imposible incluso programándolo con meses de antelación. Allí estaban ya montando carpas y sillas para aquel día. A mí, personalmente, no sentí realmente estar allí, me parecía algo artificial (me sentía hasta mal conmigo misma). Víctor, en cambio, paseaba bastante callado, siendo consciente de dónde estaba.
El museo está muy bien, pero había tanta gente que era difícil acercarse a los paneles para leerlos en inglés e ir traduciendo. Así que optamos por ver los objetos, fotos…
Una vez terminamos de ver el Parque de la paz, volvimos a coger el tranvía para ir a Miyajimaguchi, lugar en el que se cogen los ferris para ir a la isla de Miyajima. Apenas tomamos un pinchito de cangrejo y de pulpo, y nos embarcamos. Al tener el Jr activado (pase de trenes) también nos entraba el ferry de la misma compañía, que apenas tarda 10 minutos en llegar a la isla. Molaba ir viendo cómo te acercabas al Tori (la puerta del Mar).
Nuestro hotel estaba a 5 minutos andando del Tori y era tradicional, por lo que esa noche volvimos a dormir en futones (aunque eran más tipo colchón y por eso, más cómodos). La habitación tenía vistas al mar, pero no se veía el Tori. Nosotros tuvimos la mala suerte de que tanto a la hora que llegamos como al día siguiente cuando nos fuimos, la marea estaba alta, por lo que no pudimos andar por el Tori 🙁 Aún así, merece la pena pasar la noche en la isla cuando la aglomeración de la isla desaparece ^^ ver el atardecer desde allí o incluso bañarte, como hizo Víctor, cuando anochece mola (y el agua estaba a 20 grados!!!)
Eso sí, para cenar fatal. A las siete de la tarde estaba todo cerrado!! Al final, tras mucho deambular encontramos un sitio y puff, nos clavaron y salimos muertos de hambre. Así que ya sabéis, si vais cenar a las seis de la tarde!!
Al día siguiente, nos fuimos a dar otra vuelta, pero la marea seguía alta así que decidimos no esperar varias horas a que bajase y continuar nuestro viaje. Al medio día llegamos a Kobe, donde queríamos probar la carne que le de nombre. Fuimos a un restaurante cerca de ella estación de Shin-Kobe que recomendaban en internet y madre mía!! Espectacular, la mejor carne que hemos probado ^^. Eso sí, nos salió por unos 85 euros la comida! El sitio se llamaba Wakkoqu y el cocinero se dedica un buen rato a cocinarte en exclusiva.
Después seguimos nuestro viaje hasta Kyoto e hicimos checkin en el que ha sido nuestro segundo alojamiento en esta ciudad: hotel San crane (muy recomendado). Me encanta el hecho de que en todos los hoteles te dejen pijamas jajajaja
Tras descansar, decidimos dar una vuelta por la galería Teramachi y comprar unas sandalias y jubilar las mías, que estaban a punto de morir y aprovechamos para cenar en un sitio de sushi, que estaba muy bien. Se llama Musashi Sushi y está entre los mejores restaurantes de Kyoto en TripAdvisor. Cenamos por unos 25 euros los dos y nos llenamos ^^ yo probé hasta uno de jamón serrano
Y así terminaron estás dos jornadas! Ayer estuvimos en Osaka y hoy vamos de camino al monte Koya. Ya os lo contaremos en otras entradas. Un beso!