Anoche estábamos tan cansados que me fue imposible relatar nuestra jornada. Pero ya veis, son las 6 de la mañana y desde las 4 estoy despierta. El jet lag y mi reloj interno no se han adaptado aún muy bien. Así que vamos allá!!
El viernes fue un día raro. Un día de aquí para allá, pero no muy definido. Seamos sinceros, terminamos de ver cosas antes de lo esperado y fuimos rellenando el día. Aún así, el cansancio pesa y llevo ya tiritas en algunos dedos del pie de tango andar!
La jornada la comenzamos en el Museo Ghibli de Mitaka. Las entradas las compramos hace varios meses de antelación por internet porque se agotan apenas salen. El lugar tiene su encanto y se centra sobre todo en descubrir a los niños el proceso tradicional de animación seguido por este maestro. Me hubiera gustado ser niña para disfrutar de algunas cositas que son sólo para los más peques. Aún así, merece la pena 🙂 por cierto, al entrar te dan unos fotogramas aleatorios de alguna de las pelis de este estudio!!
A la vuelta, atravesamos el parque Inokashira. Un rincón verde dentro de Tokio que se agradece en una urbe como ésta.
Ya en el metro decidimos cambiar un poco el itinerario viendo que podíamos aprovechar más el día. Asi que optamos por ir a Shibuya… Para mí este barrio es «especial» porque es donde se desarrolla principalmente el manga de mi infancia Gals! Me hizo mucha gracia ver a Hachiko, aunque fuese entre obras… Y le restase algo de encanto.
Antes de que se nos abriese un agujero en el estómago, andamos un kilómetro para encontrar un restaurante de gyozas recomendado por TripAdvisor: Harajuku Gyozaro. Por fuera parece un antro, pero el sitio es barato (platos a menos de dos euros), está bueno y tiene su encanto que te cocinen delante.
Y a la salida, nos topamos con un puesto de bolas de pulpo al que no pudimos decir que no. Riquísimo!!
Después de saciar a nuestros dragones internos ya sí que sí recorrimos Shibuya. El adorado Q109, centro comercial de moda femenina en el que las protas de Gals se pasaban todo el día:
Y cruzar, como no… El enorme paso de peatones y sentirte estar en Lost in translation por un momento.
Y verlo desde el Starbucks y sentirte un voyeur al que han clavado por una bebida.
La colina de los love hotels y la cuesta de España (en la que había más banderas italianas y francesas que españolas) para mi gusto no merecen la pena, aunque por dar una vuelta y cansar aún más los pies jajajaja.
En general, Shibuya, su centro, me pareció más pequeño de lo que no cabeza de adolescente lectora de Gals! Se imaginaba. Seguramente por la nostalgia me gustó más que a Víctor. Al fin y al cabo es una zona comercial, con muchaaaaa gente y edificios y poco más.
Tras nuestro paseo por Shibuya, nos dimos cuenta que aún eran las 16h y que podíamos aún aprovechar más el día. Nos decidimos a ir al barrio de Ginza. Para que nos entendamos, la quinta avenida de Tokio. Allí lo típico es madrugar e ir a ver la subasta del atún en el mercado, pero es algo que tras ver fotos por internet descarté que haría y a Víctor también le pareció bien. Así que optamos por pasear por las grandes avenidas, con sus rascacielos y visitar algún showroom como el de Nissan o el de Sony.
Tras dar una vuelta, decidimos descansar una hora y media en el hotel porque las piernas ya empezaban a fallarme. De camino al hotel, buscando dentro de la rutina en Google Maps el trayecto más rápido… Fue cuando realmente me percaté de lo útil que es el Wifi Pocket para hacerte fácil la vida en Tokio. Realmente si venís por aquí os lo recomiendo para el tema transporte (eso, y la tarjeta Suica que os mencioné anteriormente que es una tarjeta monedero que te hace olvidar el lío de máquinas y diferentes pagos por trayectos en las miles de líneas y empresas de transporte diferente de la capital nipona).
Para acabar el día, optamos por ir a ver la zona del Tokio Dome y el estadio Karakoen. Ese estadio es donde en el manga de Hajime no Ippo tienen lugar las peleas de boxeo. Evidentemente, era un lugar obligado a ir (más por Víctor, pero también por mí). Desde que salí del metro estaba atenta a ver si veía a los protagonistas como a Ippo, Miyata, Takamura… ( Hasta que te acuerdas que son dibujitos animados jajajaja). Además, al lado había un parque de atracciones con una super montaña rusa. Sí, soy la tonta de las montañas rusas y tuve que hacer un gran esfuerzo por no ir corriendo a montarme jajajaja.
Y de allí nos fuimos a cenar a un lugar que ya tenía fichado desde hace meses… El Gonpachi de Roppongi. Se trata del restaurante que inspiró a Tarantino para la mítica escena de Kill Bill. Sin duda, nuestra cena más cara de Tokio: 65 euros. Pero hay que aclarar que pedimos botella de vino (20 euros y malísima jajajaja), muchos platos super buenos y de una calidad tremenda, sake, postre… Para una vez, está bien. Lo curioso es que el sitio con su encanto tradicional… le acompaña música de fiesta jajajaja. Nosotros fuimos viernes por la noche sin reserva y porque fuimos pronto, sino no creo que nos hubiesen atendido. Lo malo de ir sin reserva es que cenamos en una barra de espalda a todo el bar 🙁 Así que si vais, que os lo recomiendo, reservad por internet e intentar no ir en fin de semana (se peta).
Entre el vino y el sale salimos algo más «contentos» de lo normal jajajaja.
Esta fue nuestra jornada de ayer. Hoy nos espera Ueno y Odaiba si cumplimos nuestros planes jajaja ya os contaré. Gracias por seguir nuestras aventuras 🙂