Muerte Negra (peste bubónica)

Fotografía microscópica mostrando la bacteria Yersinia pestis (causante de la peste) en el estómago de la pulga (vector de la infección)

La peste bubónica o «muerte negra» nos retrotrae al imaginario de tiempos pasados, sobre todo a las pandemias medievales que comprometían la supervivencia de grandes grupos de población. Contra lo que pueda parecer, la peste bubónica todavía pervive en la actualidad, si bien de modo marginal. Aun cuando hoy día existen tratamientos efectivos, la infección continúa siendo extremadamente grave.

La peste está causada por la bacteria Yersinia pestis.

[Yersinia pestis es un bacilo Gram negativo, anaerobio facultativo. Fue descrito por el microbiólogo franco-suizo, adscrito al Instituto Pasteur de París, Alexander Yersin, quien lo denominó Pasteurella pestis. En 1967 se creó el género Yersinia en su honor; y el bacilo cambió su nomenclatura a Yersinia pestis].

El hombre contrae la infección cuando sufre la picadura de una pulga que contiene en su sistema digestivo los bacilos infecciosos. Con la picadura de la pulga los bacilos contenidos en su saliva se depositan en la pequeña herida producida. Los roedores (sobre todo las ratas) actúan como vectores de las pulgas (ver dibujo que acompaña al texto) con su cargamento de bacterias patógenas.

Según el Center for Disease Control and Prevention norteamericano, con sede en Atlanta, Georgia, existen tres variantes de la peste en humanos: peste bubónica, peste septicémica y peste neumónica. Las tres comparten síntomas inespecíficos: fiebre, debilidad extrema y malestar. Cada tipo de peste tiene, además, su sintomatología característica.

La peste bubónica debuta con fiebre elevada, cefalea, malestar, debilidad e inflamación de nódulos linfáticos (bubones). La bacteria (Yersinia pestis) se multiplica en el interior de los nódulos linfáticos. Desde allí alcanza la sangre (peste septicémica), difundiéndose a casi cualquier tejido corporal. La peste bubónica se contagia tras la picadura de una pulga infectada.

La peste septicémica comienza de idéntica manera (fiebre, malestar y debilidad), pero enseguida se manifiesta con dolor abdominal, hemorragias en piel y otros órganos que pueden desencadenar hipotensión y colapso circulatorio. La peste septicémica suele derivar de una peste bubónica no tratada. Se contrae por la picadura de una pulga o por la manipulación de animales infectados. La proliferación de ganglios linfáticos invadidos por la bacteria (bubones), dan lugar un aspecto negruzco de la piel de los miembros (pies, piernas, manos y brazos) que le ha otorgado el nombre de «muerte negra». La peste septicémica es fulminante, causando la muerte en pocos días, sin que a veces de tiempo a que se manifiesten los bubones característicos. En muchas ocasiones el diagnóstico solo puede realizarse post-mortem (autopsias). Es la menos frecuente de las tres variantes de peste.

La peste neumónica tiene su sintomatología específica: disnea (insuficiencia respiratoria), dolor torácico, tos y hemoptisis (esputos sanguinolentos). Esta forma de peste (neumónica) se produce por contagio directo vía aérea o por afectación pulmonar de otros tipos de peste (bubónica y/o septicémica) La peste neumónica puede desencadenar el fracaso de la función respiratoria. Es la forma más contagiosa (transmisión directa entre humanos por vía aérea) responsable de las otrora temibles pandemias de peste.

La peste, en sus tres variantes (bubónica, septicémica y neumónica) tiene una mortandad muy elevada, entre un 50% y 60% de quienes se contagian y no reciben un pronto y adecuado tratamiento (estimaciones de la Organización Mundial de la Salud). El tratamiento antibiótico se fundamenta en dos antibióticos clásicos: Gentamicina y Doxiciclina. El éxito del tratamiento antibiótico depende en gran medida de su pronta instauración.

En la actualidad la incidencia de peste es residual, sobre todo si la comparamos con las terribles pandemias de antaño. Entre los años 1348 y 1351 Europa padeció una de las peores pandemias de peste. Los judíos fueron acusados de propagar la enfermedad por su costumbre de almacenar durante el invierno más grano que otros campesinos. Durante la Pascua judía (en primavera) sacaban el grano de sus almacenes para airearlo. Pero no solo se aireaba el grano, sino que se esparcían las ratas infestadas de pulgas portadoras del bacilo de la peste. Las epidemias de peste eran más frecuentes durante los meses cálidos. De hecho en España el santo al que se encomendaban las gentes contra la peste es San Roque, el 16 de agosto, en la época álgida de la canícula.

Durante la epidemia de peste de mediados del siglo XIV el Papa Clemente VI dictó una bula que exoneraba a los judíos de toda culpabilidad de la epidemia.

Para comprender la expansión hacia Occidente de la peste bubónica («Muerte Negra») hemos de retrotraernos a los tiempos de Möngke Khan, nieto del más célebre Genghis Khan, quien en 1252 envió sus ejércitos hacia el sur, hasta lo que hoy día es Burna (Birmania). Junto a sus tropas viajaba otro «ejército», éste de ratas. Cuando las tropas regresaron, las ratas con sus pulgas infectadas expandieron el bacilo entre las marmotas de Mongolia. La ruta de la seda sirvió de cauce para que los bacilos, las pulgas infectadas con bacilos y las ratas infestadas con las pulgas se expandieran hacia Occidente. Las caravanas que hacían la ruta de la seda llevaron la cohorte de ratas, pulgas y bacilos hasta los puertos del Mar Negro, sobre todo Kaffa, en la península de Crimea. Era el año 1346. Desde allí la expansión hacia Europa era inevitable: Venecia primero, Marsella después, la epidemia se extendió sin control.

Un siglo antes (siglo XIII) navegantes indios y egipcios acarrearon, sin saberlo, el virus desde la región de los Grandes Lagos centroafricanos hasta los puertos del Índico, desde donde la peste se expandió por Asia.

Se sabe que los habitantes de la región de Manchuria evitaron la peste bubónica («Muerte Negra») por la creencia que las marmotas transportaban el alma de los muertos. Se las podía matar pero no usar como alimento. Esta restricción religiosa les ofreció una cierta protección frente a las epidemias, junto con la dispersión de la población y la vida relativamente nómada. Todo cambió cuando los inmigrantes chinos integraron a las marmotas en su dieta.

Si bien la «Muerte Negra» europea del siglo XIV es la más conocida, por estudiada, hay otras que no debemos obviar.

Tal vez la primera suficientemente documentada fue la «Plaga de Justiniano I» alrededor del año 541 AD, con numerosos rebrotes durante los dos siglos posteriores.

La tercera gran pandemia comenzó en China en la década de 1860, alcanzando Hong Kong (entonces ya parte del Imperio Británico) en 1894. Durante los siguientes veinte años la peste se expandió por las grandes ciudades portuarias a lo largo de todo el planeta. Se estima que esta pandemia de peste (la última hasta ahora) causó alrededor de diez millones de muertos. No solo infectó a humanos sino a una ingente cantidad de ardillas en todo el mundo. Como siempre sucede tras una pandemia, se continuaron produciendo brotes más limitados en los años siguientes.

 

La fotografía está datada en New Orleans en algún momento entre 1914 y 1920. Campaña pública de erradicación de roedores. Los casos de peste bubónica eran frecuentes en la húmeda y calurosa Louisiana.

 

 

El último brote de peste en el ámbito urbano occidental se produjo en Los Ángeles, California, Estados Unidos durante el bienio 1924-1925.

Por suerte las temibles epidemias de peste pertenecen al pasado.

Durante la primera década del siglo XXI se produjeron (notificaron) 21.725 casos de peste bubónica (incluyendo las versiones septicémica y neumónica), con 1.612 fallecimientos (estimaciones de la American Society for Tropical Medicine and Hygiene).

En una mínima reseña del New York Times del 27 de mayo del año 1902 se mencionaba un brote de peste en Madagascar, la mayor de las islas Mascareñas, sitas en el océano Índico en el sureste de África. Curiosamente la noticia figura al lado de otra que ocupa la misma extensión tipográfica en la que se menciona que el escritor ruso Tolstoi sufre fiebre tifoidea.

La peste bubónica es endémica en Madagascar. En el año 2014 la infección causó la muerte a 40 personas.

Estados Unidos notificó durante la primera década del siglo actual (XXI) 57 casos de peste. Aun cuando por su incidencia se sitúa por detrás de países africanos con mayor número de casos, todavía ocupa el puesto undécimo en la prevalencia mundial de la enfermedad.

A lo largo de la década de 1990 la mayor incidencia de peste se produjo en la República Democrática del Congo (antiguo Zaïre), Congo (denominado Congo-Brazaville para evitar confusiones semánticas) y Madagascar; así como en Asia, comunidades remotas de Sudamérica; y, muy esporádicamente, en otras regiones del mundo.

La peste arribó al territorio continental de Estados Unidos alrededor de 1900 junto con las ratas que viajaban en barcos procedentes de Asia. Muy pronto las pulgas infectadas se expandieron desde los grandes puertos del Pacífico hacia otras áreas del interior del país. En este sentido, las ratas hicieron el viaje inverso a los conquistadores, de oeste a este hasta alcanzar las grandes metrópolis norteamericanas de la costa del Atlántico. Sin embargo, casi todos los esporádicos casos se siguen notificando en el lejano oeste norteamericano, desde New Mexico a Colorado, Arizona, California, Oregon y Nevada. Una vegetación con abundantes pinares y bosques de juníperos favorecen la proliferación de roedores y pulgas.

La actual epidemia de Madagascar ha causado la muerte, hasta ahora, de 124 personas. Los primeros casos se produjeron en agosto (2017) en las dos ciudades más populosas, Antananarivo (su capital) y Toamasina (principal puerto comercial del país). El número de casos confirmados de peste fue 1.192 personas. Este brote epidémico se inició en agosto, antes de lo habitual, y afectó más a áreas urbanas que a rurales, contraviniendo la tendencia usual. Por otra parte, dos de cada tres casos son de la variante neumónica.

El número de casos del brote de este año (2017) triplica el de otros años (datos del National Office for Risk and Disaster Management).

Cuando se redacta este artículo la crisis de peste en Madagascar parece estar remitiendo, al menos por este año, ya que la infección continúa siendo endémica en la isla.

TRATAMIENTO DE LA PESTE BUBÓNICA

El antibiótico electivo para el tratamiento de la inyección por Yersinia pestis es la Estreptomicina siguiendo la pauta posológica: 30mg/Kg-día, administrada por vía intramuscular o intravenosa, en dos dosis divididas (nunca más de 1g en cada dosis por su ototoxicidad) durante 10 a 14 días (generalmente 10 días).

Un estudio comparativo entre Gentamicina (2,5mg/Kg / 12 horas x 7 días) y Doxiciclina (100mg /12 horas x 7 días) no ha hallado diferencias de eficacia entre ambos tratamientos.

Ciprofloxacino se considera la segunda línea de tratamiento.

Las grandes pandemias que asolan a la Humanidad determinan el devenir de la Historia hasta un punto que solo resulta evidente al cabo de muchos años. Las guerras también. Sin embargo nuestra principal guerra, la que nunca terminamos de resolver (el armisticio no es posible) es la que libramos contra nuestros enemigos del submundo de lo visible.

Zaragoza a 2 de noviembre de 2017

Dr. José Manuel López Tricas

Farmacéutico especialista Farmacia Hospitalaria

Farmacia Las Fuentes

Zaragoza

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