Malnutrición en Madrid durante la Guerra Civil

LATIRISMO.-

Semillas de almorta, que recuerdan a los garbanzos.

Las gachas, típicas de Castilla La Mancha, son un tipo de papilla compuesta por harina de almorta (botánicamente: Lathyrus sativus) cocida con agua. También se le denomina guijas, chícharos o titos). Se suele añadir panceta de cerdo, ajos, pimentón, aceite y sal. Es una comida típica de pastores y gente del campo, sobre todo en los fríos días de invierno, que se solía compartir en un perol. Es un alimento de supervivencia, usado en las épocas de hambre. Cuando la tercera parte de la dieta se reduce al consumo de almortas durante varias semanas desencadena un cuadro de toxicidad grave a la que se denomina latirismo.

El latirismo es una intoxicación por acumulación de alcaloides neurotóxicos de la planta Lathyrus sativa. Estos alcaloides inhiben una enzima («lisil-oxidasa») dependiente del cobre que cataliza la síntesis correcta de dos proteínas del tejido conjuntivo: la elastina y el colágeno.

La enfermedad (latirismo) se inicia de forma aguda con dolor, parestesias (debilidad) de las piernas. Se producen reflejos tendinosos exagerados que hacen que los afectados tengan un deambular «en tijera» debido a una paraparesia o paraplejia espástica. Además se producen alteraciones de los esfínteres y disfunción eréctil. En los niños hay un retraso del crecimiento.

El médico griego Hipócrates ya hacía mención al latirismo en el año 46 a.C.

Aguafuerte de Francisco de Goya: “Gracias a la almorta” (1811) perteneciente al conjunto Los Desastres de la Guerra

Durante la Guerra de la Independencia el consumo de almortas permitió sobrellevar el hambre y las penurias de la guerra. Así lo dejó plasmado Goya en el aguafuerte de 1811, de la serie Los Desastres de la Guerra.

El latirismo resurgió (nunca desapareció del todo) durante el asedio de Madrid en la Guerra Civil; repitiéndose en muchas partes de España en los llamados “años del hambre” en la posguerra, sobre todo en 1941 y 1942.

Jiménez Díaz llevó a cabo el trabajo más significativo sobre el latirismo en España. Tras creer que se trataba de una intoxicación por parásitos o gérmenes infecciosos, concluyó que los síntomas eran inherentes al consumo de almortas en grandes cantidades. [Referencia bibliográfica: Grande Covián F., Jiménez Díaz, F. El contenido en ácido nicotínico de las dietas consumida en Madrid durante la Guerra. Revista Clínica Española 1943; 8: 28-30].

Síndrome de Vallecas.-

Vallecas, hoy un barrio al sur de Madrid, era ya un villorrio en el siglo XVII. En su condición de barrio proletario, y por ser la ruta desde la capital hacia Valencia a donde huyó el gobierno de la república en los primeros meses de la Guerra Civil, sufrió intensos bombardeos por los rebeldes (el ejército de Franco).

Comparando la situación nutricional de niños de Vallecas con un grupo equiparable (en edad y sexo) de otro barrio de Madrid (Chamberí) el bioquímico asturiano Grande Covián describió lo que denominó Síndrome de Vallecas. Se trataba de un déficit de vitaminas del complejo B que se traducía en debilidad y calambres musculares.

El Niño de Vallecas (1635-1645). Diego Velázquez.

Terminado el conflicto bélico, durante los “años del hambre” (primeros de la década de 1940) se realizaron varios estudios nutricionales con la ayuda de la Fundación Rockefeller. En ellos se observó que los calambres observados, sobre todo en niños, remedaban los característicos de la hipocalcemia. Las dietas de estos niños eran muy pobres en grasa (principal fuente de calcio). Fueron tratados con 4 a 6mg de calcio y fósforo, junto a 30mg de tiamina (vitamina B1) durante períodos de 30 días. Se consiguió de este modo que los calambres desparecieran o disminuye su frecuencia e intensidad. Mientras la prevalencia de estos síntomas carenciales era de apenas un 2% entre los niños Chamberí, la proporción superaba el 30% entre los niños de barrios como Vallecas. De ahí la denominación de Síndrome de Vallecas.

Pelagra.-

La pelagra (etimológicamente: piel agria) es una avitaminosis inicialmente descrita en 1762 por el médico asturiano Gaspar Casal quien la denominó el mal de la rosa (por la dermatosis- véase fotografía).

Surge en situaciones de grave escasez alimenticia. Son muy conocidos los estudios llevados a cabo en Madrid durante la Guerra Civil. Es también digno de mención el libro “Avitaminosis y sistema nervioso” escrito por Grande Covián y Peraita [Grande Covián F., Peraita M. Avitaminosis y Sistema Nervioso. Ed. Miguel Server 1941]. Otra interesante referencia bibliográfica es: Grande Covián F., Jiménez Díaz F. Los trastornos carenciales observados en Madrid durante la Guerra. I. Los cuadros clínicos presentados con mayor frecuencia y su clasificación. Revista Clínica Española 1940; 1: 313]. La carencia de huevos, leche y otros alimentos básicos durante el invierno de 1937-1938 fue casi total entre los habitantes de Madrid, cuando se observaron más casos de pelagra con los cuadros psicóticos asociados a la falta de ácido nicotínico

Los primeros síntomas de avitaminosis se produjeron en diciembre de 1936, pero el mayor número de casos clínicos (enfermos con patología carencial sobre todo de tipo ocular) no se notificaron hasta 1937. Otra sintomatología de tipo intestinal (incluyendo glositis – inflamación de la lengua) se atribuyó al principio a la mala calidad del pan.

Desde finales de 1937, y aún más durante el año 1938, numerosos pacientes ingresaron en clínicas psiquiátricas (Clínica Psiquiátrica del Hospital Provincial y Hospital Clínico San Carlos) con diagnósticos concordantes con pelagra. Carlos Jiménez Díaz explicó la sintomatología de la pelagra en sus Lecciones sobre las enfermedades de la nutrición.

Bartolomé Llopis, a la sazón médico responsable de la Clínica Psiquiátrica de mujeres del Hospital Provincial de Madrid escribió: …el régimen de hambre a que estuvo sometida la población de Madrid durante la Guerra Civil Española dio origen a una epidemia de pelagra nunca observada con anterioridad.

Algunos enfermos referían pérdida de agudeza visual, sensación de niebla en la visión, escotomas diagnosticados como neuritis óptica retro-bulbar. Se producían también alteraciones auditivas (tinnitus, acufenos). Las sensaciones anormales podían derivar en alucinaciones.

La pelagra se denomina también síndrome de las 3Ds (diarrea, dermatitis, demencia). Ya en 1778 Gaetano Strombio fundó en Legano (Italia) un hospital para pacientes con pelagra, escribiendo un libro (De Pellagra). Diversos médicos de la época atribuyeron la enfermedad a la ingestión de pan fermentado o a una toxina del maíz mal conservado.

Sin embargo, fue en Estados Unidos donde se desentrañó la causa de la pelagra. George H. Searcy describió en 1906 una “epidemia” de pelagra (también conocida como «lengua negra de los perros») entre los internos en Mount Vernon Insane Hospital, un manicomio (terminología usada en la época) para enfermos mentales de raza negra. Al principio también creyó que la pelagra estaba causada por la presencia de una toxina del maíz.

Otros autores pensaban que la pelagra era un rasgo genético ligado a la raza, dado que afectaba más a personas de raza negra, hoy sabemos un grupo social más pobre y marginado.

Un estudio realizado en la comunidad de Spartanburg (Carolina del Sur, Estados Unidos) llegó a la errónea conclusión de que se trataba de una enfermada infecciosa (conclusiones de la Thomson McFadden Commission).

El enigma se resolvió a partir de 1915 gracias a los trabajos de Joseph Golderberg entre internos en prisiones y orfanatos del sur de Estados Unidos. Una serie de experimentos le llevó a concluir que se trataba de una enfermedad asociada a dietas pobres y feculentas; y que se podía corregir añadiendo a la ingesta leche, huevos y carne.

Finalmente los bioquímicos británicos A. Harden y W. J. Young aislaron el «factor anti-pelagra» a comienzos de la década de 1930. Al principio se le denominó cozimasa o cozimasa-I.

En un trabajo independiente, el sueco H. von Euler identificó un factor estrechamente relacionado con el aislado por los investigadores británicos, al que designó como cozimasa-II. Finalmente en 1934 A. Warburg y W. Christian aislaron la nicotinamida presente en los «factores anti-pelagra» británico y sueco; y el dilema quedó definitivamente resuelto.

Al objeto de evitar su asociación semántica con el tabaco se aceptó el nombre de Niacina para la nueva vitamina. Según algunos autores, bajo el término Niacina se encuadran tanto el ácido nicotínico como su amida, nicotinamida.

El término pelagra deriva del italiano pelle (piel) y agra (agria). El epíteto pellagra (en italiano) es una palabra de un dialecto hablado en Lombardía en el siglo XVIII.

La malnutrición acompaña siempre las guerras allá donde se desencadenen. En este sentido el sitio de Madrid no fue muy diferente de otros que le siguieron: Leningrado (hoy San Petersburgo) durante la Segunda Guerra Mundial, Corea durante el conflicto de mediados de la década de 1950, Sarajevo (y otras ciudades) durante la traumática desintegración de la ex Yugoslavia, Grozni, Chechenia (durante el conflicto con Rusia), Iraq (durante las guerras a partir de 1992), y otros lugares que forman parte del imaginario trágico.

Zaragoza, a 18 de diciembre de 2021

Dr. José Manuel López Tricas

Farmacéutico especialista Farmacia Hospitalaria

Farmacia Las Fuentes

Zaragoza

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