El fin de la pandemia [covid-19]

Chicago, Estados Unidos, 1918: trabajadoras de la Cruz Roja fabricando mascarillas durante la pandemia de la erróneamente denominada «gripe española».

 

«El triunfo de la muerte» del pintor de los Países Bajos Pieter Brueghel “El Viejo”, realizada alrededor del año 1562. [Se reproduce una parte del cuadro].

 

Aunque se trata de una obra pictórica moralizante contra los vicios humanos, el lienzo ilumina el impacto psicológico de la epidemia de peste negra (peste bubónica) que asoló Europa un siglo antes. El terror se instaló en el imaginario colectivo trascendiendo varias generaciones.

La actual pandemia [covid-19] nos ha retrotraído a escenarios pasados, dejándonos muchas preguntas y muy pocas respuestas. Una cuestión trascendente es, ¿cuándo terminará la pandemia?

En opinión de numerosos expertos, entre ellos Allan Brandt, profesor de Historia de la Ciencia de la universidad de Harvard, Estados Unidos, habrá muchos cambios sustanciales y persistentes. No miraremos atrás y diremos con alivio: fue una época terrible pero se acabó. Estaremos lidiando con muchas ramificaciones del covid-19 durante años o décadas.

Antes de la expansión de la variante delta del coronavirus SARS-CoV-2 la pandemia parecía extinguirse. Sin embargo, repuntó con virulencia.

La vacunación ha tenido un doble efecto: social e individual. Cuando muchas personas concluyeron la pauta de vacunación su sentimiento fue: la pandemia ha terminado para mí. Sin embargo, existía la convicción de que socialmente la pandemia persistía y había que mantener medidas de prevención. Es como una persona salvada de un naufragio que, una vez en tierra, continúa llevando instintivamente su chaleco salvavidas, como si la vida de otros, todavía no rescatados, dependiera de su propia protección.

Es muy difícil, científica y políticamente, afirmar que una pandemia ha concluido.

La morbilidad y mortalidad están disminuyendo considerablemente (octubre 2021). Pero el miedo a nuevos repuntes persiste. La conmoción psicológica de haber vivido durante muchos meses con miedo a una enfermedad muy grave, potencialmente mortal tardará en desaparecer. La convalecencia social puede persistir más que la propia pandemia. Ha sucedido antes. Así fue con la «gripe española», la peste bubónica medieval, el SIDA, por citar tres ejemplos conocidos. El miedo (una enfermedad en sí misma) es muy difícil de erradicar.

Lo vivido (espero no equivocar el tiempo verbal) es un nuevo ciclo de consternación colectiva, que ha dejado en entredicho muchas convicciones científicas y contradicho a muchos “expertos”. Las vacunas, desarrolladas en breve tiempo, han ayudado a controlar la expansión, junto al propio curso evolutivo de la pandemia. La vacunación ha conllevado riesgos individuales que, no obstante, se han asumido en aras de un beneficio colectivo. Sin embargo, la verdadera eficacia la vacunación masiva (al menos en los países desarrollados) se estimará cuando todo vuelva a ser “como antes”, la tan manida “nueva normalidad”.

Una lectura de la pandemia covid-19 es que representa una ruptura de la narrativa progresista, según la cual la medicina y la farmacología solucionan todas las enfermedades. Nada más alejado de la realidad.

A semejanza de lo acaecido en otras pandemias, resurgen los movimientos anti-científicos que, desde siempre, han parasitado (obstaculizado) el progreso médico.

Tan pronto con Edward Jenner introdujo en 1798 la vacuna contra la viruela (enfermedad erradicada desde 1981), aparecieron escritos mostrando a los humanos vacunados con cuernos y pezuñas, a semejanza del ganado vacuno.

Existen otros ejemplos de que los prejuicios han pervivido en un entorno de progreso tecnológico (redes sociales), aprovechándose del mismo para expandir su falaz mensaje.

Con la actual pandemia se han cometido errores importantes que han entorpecido, cuando no retrasado, confrontar la situación. Primero se afirmó la inutilidad de las mascarillas para prevenir la infección, y poco más tarde se obligó a su uso imperativo; se negó al principio que el contagio se produjese por vía respiratoria, demostrándose luego que era la principal vía de transmisión; se estableció una inmunidad del 70% para lograr una inmunidad de rebaño, hecho que se demostró equivocado; y, finalmente, se afirmó que era improbable que el virus mutase, poco antes de que surgieran variantes más dañinas que han prolongado la duración de la pandemia.

El mundo observa esperanzado e inquieto cuál será la evolución de este virus pandémico. Lo que todos deseamos es que más pronto que tarde entre a formar parte de la Historia de la medicina, y la experiencia sufrida sirva para replantar los incentivos a la investigación biomédica, siempre una inversión a largo plazo.

Ojalá dentro de algunos años esta amarga experiencia quede relegada a los anaqueles de la literatura y el cine.

Zaragoza a 15 de octubre de 2021

Dr. José Manuel López Tricas

Farmacéutico especialista Farmacia Hospitalaria

Farmacia Las Fuentes

Zaragoza

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