La experiencia de la peste en Rusia en la lucha contra el Covid-19

Las marmotas son reservorios de la bacteria Yersinia pestis, causante de la peste. Hace unos años (2013), en la república de Kirguizistán (hoy independiente pero que formó parte de la Unión Soviética), un adolescente mató a una marmota. A los cinco días fue ingresado con fiebre muy elevada, muriendo poco después de peste bubónica.

Las infecciones por peste son muy infrecuentes, pero esporádicamente se presentan en regiones remotas de la ex Unión Soviética, donde la bacteria pervive en roedores, sobre todo en las marmotas. La creencia popular de que estos animales transportan el alma de los muertos, hizo que no se las cazase para comer; y ello protegió frente a un mayor número de contagios y posibles epidemias.

Por fortuna, si la infección [peste bubónica] se detecta a tiempo suele responder muy bien a un tratamiento con antibióticos.

Sin embargo, durante la década de 1920 (antes del surgimiento de los antibióticos), la peste continuaba siendo una amenaza, al tiempo que una vergüenza, para el recién instaurado régimen socialista en la URSS. Las nuevas autoridades crearon una agencia especializada para frenar primero, y erradicar después, la peste. [La fotografía que inicia el texto corresponde a esa época].

Los sucesores de aquellos primeros trabajadores todavía existen en Rusia y en las repúblicas asiáticas que antes fueron parte integrante del país. De hecho, los planes de cuarentena que se aplicaban, años ha, contra la peste [bubónica] se han sacado del cajón para afrontar la actual pandemia de coronavirus SARS-Covid-19.

La infección por coronavirus SARS-Covid-19 solo ha infectado a 21.000 rusos, matando a 170 de ellos (datos oficiales de 16 de abril de 2019), afectando principalmente a la región metropolitana de Moscú.

Hay quien ha querido ver en aquellas viejas estructuras «anti-peste soviéticas» (tal era su denominación) alguna ventaja que, hasta ahora, ha frenado la expansión del Covid-19 en Rusia y Ucrania, sobre todo si se compara con lo que está acaeciendo en Europa [occidental] y Estados Unidos. No obstante, la censura y la colaboración de funcionarios muy habituados a las corruptelas podrían estar falseando la realidad del problema.

Además de la pandemia de coronavirus SARS-Covid-19, el problema de la peste en las enormes estepas asiáticas de la antigua URSS (hoy diversas repúblicas independientes) continúa estando vigente.

En el caso del adolescente de 15 años descrito al inicio del texto, los directivos del «centro anti-peste» de Kirguizistán tuvieron la potestad para aislar poblaciones al objeto de frenar el contagio, aun antes de que se confirmase el diagnóstico de peste bubónica, que tardó varios días al producirse en una remota aldea. La información sobre este caso de peste se debía transmitir bajo un código secreto (Fórmula 100) para evitar que la información pudiese llegar a los habitantes de la región y éstos huyesen expandiendo la peste (y la información). Se evitó: a las pocas horas el pueblo estaba sellado por la policía. Nadie pudo escapar.

Esta política de sellado de pueblos y ciudades, heredado de las prácticas soviéticas, se ha aplicado antes de que apareciesen los primeros contagios de Covid-19. Hasta ahora se ha logrado que solo se hayan notificado tres contagios en una extensa región con más de medio millón de habitantes.

La Federación Rusa mantiene trece «centros anti-peste», distribuidos en una inmensa extensión, desde el lejano oriente hasta las regiones montañosas del Cáucaso. Adscritos a estos centros existen cinco institutos de investigación y numerosas estaciones de campo.

El Instituto denominado Microbe, en su origen dedicado exclusivamente a la peste bubónica, ha ampliado su trabajo a otras infecciones, como cólera, fiebre amarilla, ántrax, tularemia y, ahora, coronavirus.

La pandemia de coronavirus ha unido a antiguos ciudadanos de un mismo país, hoy separados, incluso enfrentados, políticamente: Rusia, Armenia, Bielorrusia, Kazajstán Kirguistán y Ucrania.

Los médicos soviéticos responsables de la contención de epidemias eran considerados la élite de la sanidad. Con el desmembramiento de la URSS su estatus se degradó, social y económicamente. Esta circunstancia puede jugar en contra en la actual situación pandémica.

Durante años el «centro anti-plagas» donde sucedió el contagio del adolescente kirguís centraba su actividad en la desinsectación de roedores en sus lugares de cría y en procedimientos para evitar su rápida proliferación. Ahora el «centro anti-plagas» ha encontrado una inesperada tarea.

La familia del adolescente de 15 años son pastores nómadas. Complementan sus exiguos ingresos matando marmotas a las que despellejan para vender su piel. Aun cuando la peste se transmite por picaduras de pulgas, en este caso la bacteria (Yersinia pestis) pasó directamente de la marmota al humano, probablemente a través de una herida o rasguño. Treinta y dos aldeas fueron puestas en cuarentena, mientras unas 700 enfermeras buscaron otros posibles infectados. Se recogieron y quemaron las pieles de marmota que se habían comercializado. Se actuó con extremada rapidez y, a la vista de los resultados, eficacia. El adolescente fue la única víctima.

Zaragoza a 16 de abril de 2020

Dr. José Manuel López Tricas

Farmacéutico especialista Farmacia Hospitalaria

Farmacia Las Fuentes

Florentino Ballesteros, 11-13

50002 Zaragoza

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