Posible utilidad de un «insecticida nazi» contra los mosquitos vectores de la malaria

Soldado británico desinfecta y desinsecta a una prisionera liberada de un campo de concentración nazi (fecha no precisada).

 

Terminada la Segunda Guerra Mundial, uno de los informes científicos que fueron confiscados por los aliados a los alemanes demostraba que DFDT (un insecticida desarrollado por el laboratorio farmacéutico Hoechst durante los años de guerra en Alemania) se mostraba mucho más efectivo que el DDT (desarrollado también en Alemania antes de la guerra) El deplorable comportamiento del laboratorio Hoechst durante el conflicto, experimentando sustancias (drogas y medicamentos) con prisioneros de campos de concentración, hizo que se rechazase la posibilidad de usar DFDT. Era moralmente inasumible. Así pues, este insecticida quedó relegado al olvido durante varias décadas.

Un artículo publicado recientemente en Journal of the American Chemical Society recupera los trabajos del Dr. Ward de finales de la década de 1940. En el trabajo se menciona que la potencia del DFDT cuadruplicaba la del DDT.

En el año 2006 la Organización Mundial de la Salud autorizó de nuevo el empleo del DDT tras años de suspensión, pero restringiendo su empleo a la pulverización de las paredes interiores de las viviendas; su uso masivo con fines agrícolas siguió prohibido.

La decisión de la Organización Mundial de la Salud se debió a la aparición de numerosas resistencias a los insecticidas piretroides que sustituyeron al DDT.

El DFDT es de acción más rápida que el DDT. Además, una de las formas quirales del DFDT es todavía más activa [que la mezcla racémica de los dos estereoisómeros]. Se infiere de esta observación una discriminación espacial en su mecanismo de acción, bien en la absorción de la molécula a través de la piel del insecto, bien en su engarce al canal de sodio de la membrana celular (neurotoxicidad).

A la luz de los conocimientos actuales el rechazo del DFDT no fue una decisión correcta. Se podrían haber usado dosis mucho más bajas tanto de DDT como de DFDT, con la consiguiente disminución del daño medioambiental y mayor eficacia como insecticida. Además, la posibilidad de rotar los dos insecticidas (DFDT y DDT) habría dificultado el surgimiento de resistencia entre los insectos.

Paul Hermann Müller sintetizó el DDT por primera vez en Alemania en el año 1939, descubriendo sus propiedades insecticidas. La empresa químico-farmacéutica J.R. Geigy, patentó el producto en Basilea (Confederación Helvética).

El DDT actúa como insecticida de contacto, esto es, los animales han de caminar sobre los cristales del producto, para que éste penetre en sus organismos a través de la piel.

Tras su absorción a través de la piel de las patas del insecto, el DDT s e une a las células nerviosas que se activan de manera permanente desencadenando una actividad nerviosa y muscular incompatible con la vida. Por fortuna, el DDT no es tóxico para los mamíferos.

Tras la Segunda Guerra Mundial el DDT fue el insecticida más utilizado contra las plagas y para la reducción de los vectores de graves enfermedades, con especial hincapié contra las hembras de diversas especies de Anopheles, vector del paludismo (malaria). Se pulverizaba desde avionetas de modo indiscriminado.

Estos insecticidas son también útiles frente a los vectores transmisores de otras enfermedades, tales como el dengue, fiebre amarilla, Zika, y otras.

La campaña de la Organización Mundial de la Salud dirigida a erradicar la malaria eliminando a los vectores se inició en 1955. Tras una reducción inicial de la población de los mosquitos, pronto aparecieron variantes resistentes y tras un éxito inicial el efecto se diluyó.

Rachel Carson publicó en el año 1962 Silent Spring. El libro representó un punto de inflexión en la percepción general de los problemas medioambientales. Se achacó la devastación ecológica al empleo masivo de insecticidas. El DDT permanece durante décadas, acumulándose en tejidos de animales, ascendiendo en la pirámide alimentaria.

Estados Unidos prohibió el DDT en el año 1972; esta decisión fue seguida por otras  muchas naciones.

En aquella época se inició el estudio químico detallado del DDT. De manera muy simplista, el DDT cristaliza de dos maneras: una con un patrón cristalino regular; y otra con un patrón caótico (tal como se observaba en ampliación de microscopio bajo luz polarizada). La forma más nociva para los insectos era la forma de cristalización caótica (esto es, no siguiendo ningún patrón regular).

Durante las revisiones bibliográficas llevadas a cabo como parte de sus experimentos, los científicos hallaron menciones al DFDT.

DDT y DFDT son muy semejantes; la única diferencia (ver estructuras químicas) consiste en que dos átomos de flúor en el DFDT reemplazan a dos átomos de cloro en el DDT.

Los alemanes desarrollaron DFDT para evitar pagar regalías al laboratorio suizo (J.R. Geigy) que había patentado DDT en el año 1939.

Los químicos aliados que estudiaron los inventos germanos al concluir la Segunda Guerra Mundial declararon erróneamente que DFDT no ofrecía ventaja alguna sobre el DDT.

Hembra de Anopheles picando sobre la piel de un animal

Estructuras tridimensionales del DDT (izquierda) y DFDT (derecha)

A medida que el uso del DDT se expandía, el DFDT quedó relegado al olvido, incluso tras la concesión del Premio Nobel de Química en 1948 a su descubridor, el químico suizo Paul Hermann Müller, si bien el Premio Nobel fue motivado por el descubrimiento del DDT.

Algunos expertos se cuestionan aspectos tales como: dada la mayor potencia del DFDT en relación al DDT, el ambicioso programa de la Organización Mundial de la Salud de 1955, ¿habría conseguido erradicar a los mosquitos vectores con DFDT antes de que aparecieran mutantes resistentes? ¿Cómo hubiera sido la lucha contra la malaria si no se hubiese desdeñado el DFDT por razones políticas? No existe respuesta, si bien, dada la similitud estructural de ambas moléculas, tal vez las cosas no hubiesen sido muy diferentes. Otros investigadores estiman que un cambio estructural mínimo en una molécula modifica de un modo inesperado la eficacia. De ser así, la disponibilidad de una molécula a la que podríamos denominar un «segundo DDT» hubiese hecho factible la alternancia entre ambas sustancias en una lucha contra los mosquitos transmisores de graves enfermedades.

Conviene hacer ver a los ambientalistas que el empleo de insecticidas para controlar plagas humanas nada tiene que ver con su empleo indiscriminado en agricultura.

El asunto, lejos de las connotaciones históricas, cada vez más alejadas en el tiempo, no está resuelto.

Zaragoza, a 28 de octubre de 2019

Dr. José Manuel López Tricas

Farmacéutico especialista Farmacia Hospitalaria

Farmacia Las Fuentes

Zaragoza

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