Grasa blanca vs grasa parda

Una hormona, irisina, de la que se tiene conocimiento no hace demasiado tiempo, convierte la denominada «grasa blanca», metabólicamente inerte, en «grasa parda», más activa desde un punto de vista metabólico. Esta hormona, irisina, se segrega durante el ejercicio físico.

Irisina, nombre derivado de la diosa griega Iris[1], fue descubierta por investigadores de la Universidad de Harvard, Massachusetts, Estados Unidos, en el año 2012. Se aisló de músculos de ratones a los que se obligaba a realizar ejercicio físico. Este interesante hallazgo se dio a conocer en la revista Nature.

En los ratones, la irisina se produce en los músculos activos, distribuyéndose a través de la sangre a otros tejidos corporales, de preferencia al tejido adiposo. La hormona da lugar a que los adipocitos, normalmente de aspecto blanquecino («grasa blanca»), tornen a color marrón («grasa parda»). Esta grasa, de aspecto más oscuro, es más activa metabólicamente, respondiendo mejor a la acción de la hormona pancreática insulina. La mayor sensibilidad del esta «grasa parda» a la acción de la insulina disminuye el riesgo de diabetes tipo 2.

Las crías de muchas especies animales, también los recién nacidos humanos, tienen abundante «grasa parda». Ésta se pierde al crecer, conservándose muy poca en el estado adulto. Tal vez la cantidad de «grasa parda» en el estado adulto determine las diferencias en la tendencia a ganar peso. El cociente «grasa blanca vs grasa parda» determina la tendencia a la ganancia ponderal. Recuérdese, la «grasa parda» se metaboliza más rápidamente que la «grasa blanca».

Un estudio realizado en el año 2012 mostró que cuando se inyectaba irisina a ratones, se observaba la conversión de «grasa blanca» en «grasa parda»; y los roedores parecían estar protegidos frente a la obesidad aun cuando se alimentasen con una dieta hiper-calórica enriquecida en grasas.

Durante algún tiempo se cuestionaba que el hallazgo en roedores se pudiera extrapolar a los humanos. Incluso, se dudaba que la hormona irisina se sintetizase en los músculos humanos durante la actividad física.

El mismo grupo de investigación que aisló irisina en roedores, acaba de publicar un estudio en Cell Metabolism, dando cuenta que la hormona también se sintetiza en humanos; y los niveles de hormona son mucho más elevados en personas que realizan actividad física en relación a las que tienen hábitos sedentarios.

En agosto (2016) investigadores de la Universidad de Florida, Estados Unidos publicaron un nuevo estudio en la revista American Journal of Physiology, Endocrinology and Metabolism. Para realizar este estudio los autores obtuvieron «grasa blanca» de mastectomías por cáncer de mama; y «grasa parda» a partir de nefrectomías por carcinomas renales. [La escasa «grasa parda» del organismo adulto suele localizarse alrededor de los riñones].

Se estudió la acción de la hormona irisina sobre adipocitos en cultivo, y sobre tejido adiposo subcutáneo. Así mismo se ensayó el efecto de la irisina sobre la adipogénesis y osteogénesis.

Se usaron alícuotas de «grasa blanca» subcutánea y «grasa parda» peri-renal para desentrañar las vías metabólicas que activa la irisina. Se detectaron varias proteínas en esta ruta de señalización celular: MAPK (Mitogen Activated Protein Kinases), ERK (Extracellular signal Regulated protein Kinases), STAT3  (STeroidogenic Acute Regulated), y UCP1 (UnCoupling Protein 1). Se investigaron los genes involucrados en esta ruta de señalización celular.

La mayor actividad metabólica desencadenada por la secreción de irisina se evidenció por el incremento de la termogénesis en un valor de 5nmol/L. [1nmol = 10-9 mol].

Cuando se contrae un músculo esquelético (como sucede durante el ejercicio físico), libera a la circulación varias hormonas denominadas genéricamente mioquinas. En estas condiciones se podría considerar el músculo esquelético como un órgano endocrino. Como tal segrega una prostaglandina, PGC1α, que inicia una cascada de activación molecular que conduce a la síntesis final de irisina. Ésta actúa sobre el sistema nervioso activando la proliferación y diferenciación neuronal; así como sobre el tejido adiposo inerte («grasa blanca») incrementando la actividad mitocondrial, el consiguiente consumo de O2 y la termogénesis. Estos cambios metabólicos hace que los adipocitos se oscurezcan, formándose la denominada «grasa parda», metabólicamente más activa que la «grasa blanca». La irisina también da lugar a la des-represión de ciertos genes con los cambios fenotípicos subsiguientes. Desde un punto de vista conceptual la irisina se ha convertido en una teórica diana farmacológica para patologías tan diversas como diabetes y enfermedades neurodegenerativas tales como la demencia de alzhéimer y la parálisis agitante de parkinson.

La grasa peri-renal se mostró refractaria a la acción de la irisina.

Por otra parte, la irisina inhibe la diferenciación adipogénica, al mismo tiempo que promueve la diferenciación osteogénica (las células grasas cambian su patrón de diferenciación formándose nuevos osteocitos en lugar de adipocitos). Estas observaciones son teóricamente atractivos por su potencial utilidad en el tratamiento de la obesidad y en la osteosíntesis asociada al ejercicio físico.

En palabras de Li-Jun Yang, autor senior del estudio, el trabajo presentado ayuda a comprender, a escala celular, cómo el ejercicio físico nos hace más saludables. [El estudio se llevó a cabo sin financiación externa].

No obstante hay que tener presente que se trata de un estudio a escala celular y los resultados no se pueden, ni deben, extrapolar a un organismo completo. Numerosos estudios epidemiológicos han mostrado de manera indubitada que el ejercicio físico no es suficiente para lograr una sustancial reducción ponderal. Hoy por hoy queda muy alejada la posibilidad de usar irisina, o algún sosia de la hormona, con propósitos médicos.

Nadie pone en duda que el ejercicio físico moderado es saludable. Estos trabajos arrojan luz acerca de los mecanismos moleculares en que subyace tal afirmación.

 

[1] La diosa alada Iris, en la mitología griega es, junto con Hermes, un mensajero de los dioses. Esposa de Zephyrus, dios del viento del oeste (viento ábrego). Se decía que viajaba en el arcoíris llevando mensajes a los mortales. La diosa griega Iris se transmutó en la versión romana Arcus. De ahí el término arcoíris.

Zaragoza, a 22 de octubre de 2016

Dr. José Manuel López Tricas

Farmacéutico especialista Farmacia Hospitalaria

FARMACIA LAS FUENTES

ZARAGOZA

 

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