Cuando a una persona se le diagnostica una grave dolencia, la respuesta fisiológica normal es sentirse ansioso y deprimido. Pero el proceso inverso también es frecuente: la ansiedad crónica y/o la depresión pueden desencadenar graves enfermedades y reducir la capacidad de afrontarlas (resiliencia). Un estado de miedo e inquietud sostenido es también un factor predisponente a desarrollar graves patologías. Esta última situación se ha evidenciado durante los largos meses de pandemia covid-19.

La distinción entre enfermedades físicas y mentales es artificiosa. Una enfermedad mental no tratada puede aumentar significativamente el riesgo de enfermar físicamente (somatización); y, a la vez, una enfermedad física crónica o grave suele alterar el estado emocional.

Estas aseveraciones (obviedades) se han demostrado. Por ejemplo, David Spiegel, de la universidad de Stanford (Estados Unidos) mostró hace varias décadas que mujeres con cáncer de mama diagnosticado mejoraban a la vez que lo hacía su estado de ánimo. El estudio vino a corroborar lo que es de sentido común. Ello entra en contradicción con la sentencia de Spinoza, filósofo racionalista del siglo XVII, cuando afirmaba que ni tu cuerpo puede enseñar a tu mente a pensar, ni tu mente a tu cuerpo a moverse o quedarse quieto. El poder de la mente en la curación se refleja en las palabras del Evangelio: …una palabra tuya bastará para sanarme.

Es evidente que no estamos parcelados en compartimentos independientes, sino íntimamente interconectados. Conocemos algunas de estas conexiones, pero ignoramos la mayoría.

Todavía se tratan las dolencias físicas sin tener en cuenta el aspecto emocional del paciente; y ello es importante, no solo porque se ignora una parte del cuadro clínico completo, sino porque muchas veces se compromete el éxito de los tratamientos prescritos.

La medicina psicosomática ha tratado de sortear esta inexistente división entre las enfermedades físicas y la patología mental asociada, no necesariamente una enfermedad mental, sino una reacción fisiológica a una situación angustiante.

Los trastornos de ansiedad afectan a una de cada cinco personas adultas. El estrés da lugar a cambios hormonales que preparan al organismo para una respuesta de lucha o huida. Son reacciones normales en situaciones puntuales, destinadas a proteger la vida ante peligros reales. Sin embargo, cuando los riesgos percibidos no lo son, la respuesta se torna crónica y surgen los cuadros de ansiedad.

Uno de los neurotransmisores segregados durante estas reacciones de alerta es la adrenalina (también denominada epinefrina). El exceso de esta molécula (parte de la activación del sistema simpático) da lugar a una variedad de síntomas, desde espasmos intestinales (diarrea o estreñimiento), hasta otros potencialmente mortales o incapacitantes (accidentes cerebrovasculares o ictus, y ataques cardíacos).

La depresión (antiguamente denominada melancolía) es menos común que la ansiedad crónica, pero sus consecuencias son más graves. El sentimiento de estar triste no es una depresión. No todas las personas diagnosticadas (y tratadas) de depresión la sufren realmente. Solo cuando la persona experimenta un profundo e injustificado sentimiento de desesperanza, sus relaciones personales y laborales se afectan gravemente, junto con otros criterios diagnósticos (véase DSM-V), se puede establecer un diagnóstico certero. Una de las consecuencias de la depresión no tratada es una exagerada percepción al dolor crónico, un claro ejemplo de somatización.

Además, la depresión disminuye, o anula, la capacidad de analizar y responder racionalmente al estrés, sumergiéndose en un ciclo viciado del cual es muy difícil salir (imposible a criterio del afectado), desarrollándose, no pocas veces, ideaciones suicidas. Además, la ansiedad y angustia suelen acompañar los cuadros clínicos depresivos, agravando todavía más la situación. [El término angustia, introducido por Sigmond Freud a partir de la palabra alemana angst, se define hoy día en psiquiatría como crisis de pánico. Si bien los términos ansiedad (anxiety, traducción al inglés del angst) como angustia se han usado como sinónimos, existen algunas diferencias clínicas].

Un estudio llevado a cabo con 1.204 hombres y mujeres surcoreanos de edad avanzada, diagnosticados de depresión y/o ansiedad crónica halló que transcurridos dos años, tuvieron una mayor incidencia de enfermedades físicas y discapacidad, en relación a un grupo etario similar que sirvió como grupo control. La ansiedad crónica se relacionó con patología cardíaca; la depresión se vinculó con mayor prevalencia de asma; y las dos condiciones juntas (ansiedad y depresión) se relacionaron con problemas de visión, tos persistente, asma, hipertensión, enfermedades cardíacas y alteraciones gastrointestinales.

La experiencia enseña que la terapia cognoscitiva y conductual de la ansiedad y depresión se ha de iniciar con medicamentos. Cuando la mejoría del paciente es evidente, la psicoterapia puede ser muy útil.

Podemos concluir que el tratamiento de cualquier enfermedad ha de ser holístico, pero esto no es sencillo en la actual categorización de las especialidades médicas.

Zaragoza 16 de octubre de 2021

Dr. José Manuel López Tricas

Farmacéutico especialista Farmacia Hospitalaria

Farmacia Las Fuentes.

Zaragoza


Chicago, Estados Unidos, 1918: trabajadoras de la Cruz Roja fabricando mascarillas durante la pandemia de la erróneamente denominada «gripe española».

 

«El triunfo de la muerte» del pintor de los Países Bajos Pieter Brueghel “El Viejo”, realizada alrededor del año 1562. [Se reproduce una parte del cuadro].

 

Aunque se trata de una obra pictórica moralizante contra los vicios humanos, el lienzo ilumina el impacto psicológico de la epidemia de peste negra (peste bubónica) que asoló Europa un siglo antes. El terror se instaló en el imaginario colectivo trascendiendo varias generaciones.

La actual pandemia [covid-19] nos ha retrotraído a escenarios pasados, dejándonos muchas preguntas y muy pocas respuestas. Una cuestión trascendente es, ¿cuándo terminará la pandemia?

En opinión de numerosos expertos, entre ellos Allan Brandt, profesor de Historia de la Ciencia de la universidad de Harvard, Estados Unidos, habrá muchos cambios sustanciales y persistentes. No miraremos atrás y diremos con alivio: fue una época terrible pero se acabó. Estaremos lidiando con muchas ramificaciones del covid-19 durante años o décadas.

Antes de la expansión de la variante delta del coronavirus SARS-CoV-2 la pandemia parecía extinguirse. Sin embargo, repuntó con virulencia.

La vacunación ha tenido un doble efecto: social e individual. Cuando muchas personas concluyeron la pauta de vacunación su sentimiento fue: la pandemia ha terminado para mí. Sin embargo, existía la convicción de que socialmente la pandemia persistía y había que mantener medidas de prevención. Es como una persona salvada de un naufragio que, una vez en tierra, continúa llevando instintivamente su chaleco salvavidas, como si la vida de otros, todavía no rescatados, dependiera de su propia protección.

Es muy difícil, científica y políticamente, afirmar que una pandemia ha concluido.

La morbilidad y mortalidad están disminuyendo considerablemente (octubre 2021). Pero el miedo a nuevos repuntes persiste. La conmoción psicológica de haber vivido durante muchos meses con miedo a una enfermedad muy grave, potencialmente mortal tardará en desaparecer. La convalecencia social puede persistir más que la propia pandemia. Ha sucedido antes. Así fue con la «gripe española», la peste bubónica medieval, el SIDA, por citar tres ejemplos conocidos. El miedo (una enfermedad en sí misma) es muy difícil de erradicar.

Lo vivido (espero no equivocar el tiempo verbal) es un nuevo ciclo de consternación colectiva, que ha dejado en entredicho muchas convicciones científicas y contradicho a muchos “expertos”. Las vacunas, desarrolladas en breve tiempo, han ayudado a controlar la expansión, junto al propio curso evolutivo de la pandemia. La vacunación ha conllevado riesgos individuales que, no obstante, se han asumido en aras de un beneficio colectivo. Sin embargo, la verdadera eficacia la vacunación masiva (al menos en los países desarrollados) se estimará cuando todo vuelva a ser “como antes”, la tan manida “nueva normalidad”.

Una lectura de la pandemia covid-19 es que representa una ruptura de la narrativa progresista, según la cual la medicina y la farmacología solucionan todas las enfermedades. Nada más alejado de la realidad.

A semejanza de lo acaecido en otras pandemias, resurgen los movimientos anti-científicos que, desde siempre, han parasitado (obstaculizado) el progreso médico.

Tan pronto con Edward Jenner introdujo en 1798 la vacuna contra la viruela (enfermedad erradicada desde 1981), aparecieron escritos mostrando a los humanos vacunados con cuernos y pezuñas, a semejanza del ganado vacuno.

Existen otros ejemplos de que los prejuicios han pervivido en un entorno de progreso tecnológico (redes sociales), aprovechándose del mismo para expandir su falaz mensaje.

Con la actual pandemia se han cometido errores importantes que han entorpecido, cuando no retrasado, confrontar la situación. Primero se afirmó la inutilidad de las mascarillas para prevenir la infección, y poco más tarde se obligó a su uso imperativo; se negó al principio que el contagio se produjese por vía respiratoria, demostrándose luego que era la principal vía de transmisión; se estableció una inmunidad del 70% para lograr una inmunidad de rebaño, hecho que se demostró equivocado; y, finalmente, se afirmó que era improbable que el virus mutase, poco antes de que surgieran variantes más dañinas que han prolongado la duración de la pandemia.

El mundo observa esperanzado e inquieto cuál será la evolución de este virus pandémico. Lo que todos deseamos es que más pronto que tarde entre a formar parte de la Historia de la medicina, y la experiencia sufrida sirva para replantar los incentivos a la investigación biomédica, siempre una inversión a largo plazo.

Ojalá dentro de algunos años esta amarga experiencia quede relegada a los anaqueles de la literatura y el cine.

Zaragoza a 15 de octubre de 2021

Dr. José Manuel López Tricas

Farmacéutico especialista Farmacia Hospitalaria

Farmacia Las Fuentes

Zaragoza


La Organización Mundial de la Salud aprobó el miércoles, 29 de septiembre (2021) la primera vacuna para prevenir la malaria (paludismo) causado por Plasmodium falciparum. Su designación preclínica es: RTS’S/AS01; y Mosquirix® su denominación comercial. Esta es la primera vacuna que se comercializa tras muchos intentos fallidos. Mosquirix® también protege frente a la infección por el virus de la hepatitis B, pero no se debe usar como vacuna anti-hepatitis-B. Se ha autorizado para su administración a niños en el rango etario de 6 semanas a 17 meses.

La malaria es una de las enfermedades parasitarias más antiguas y mortales que se conocen, además de obstaculizar el desarrollo económico de los países en los que esta parasitosis es endémica. Se estima que cada año mueren alrededor de medio millón de personas, la mitad niños antes de cumplir su quinto aniversario, casi todos en los países del África subsahariana.

La vacuna, diseñada y comercializada por la multinacional británica GlaxoSmithKline, se dirige contra la especie Plasmodium falciparum, la más letal y prevalente en África.

La eficacia observada durante el ensayo clínico fase 3 fue del 50% aproximadamente durante el primer año tras la inoculación, pero la protección prácticamente desapareció transcurridos cuatro años.

Durante el estudio clínico no se llevó a cabo una estimación de la reducción de la mortalidad. La baja protección (~50%) junto con la rápida pérdida de eficacia cuestiona el interés de instaurar masivos programas de vacunación, más aún en países con otros innumerables problemas de salud pública.

No obstante, una modelización realizada el año pasado (2020) calculó que si la vacuna se administrase en los países con mayor prevalencia de malaria, podría prevenir 5,4 millones de nuevas infecciones y evitar la muerte de alrededor de 23.000 niños.

Un reciente ensayo de la vacuna, asociada a medicamentos profilácticos, administrados durante la estación lluviosa (de mayor transmisión) mostró resultados muy superiores cuando se usaba la terapia combinada en relación a cada enfoque terapéutico (vacuna o tratamiento profiláctico) por separado.

La vacuna (Mosquirix®) reduce la incidencia de malaria grave en aproximadamente un 30%; y la incidencia de anemia grave, la principal causa de muerte en los niños, en un 60%. Tristemente la protección de la vacuna no persiste más de cuatro años. Por otra parte, no existen certezas de que el parásito pueda desarrollar resistencia a la vacuna, tal como sucede con muchos medicamentos antipalúdicos, otrora muy eficaces.

La organización filantrópica internacional, surgida en Francia, Médicos Sin Fronteras ha decidido no participar en proyectos piloto de vacunación arguyendo que irán en detrimento de otras medidas antipalúdicas de eficacia comprobada (generalización del uso de mosquiteras, desinsectación de viviendas en entornos rurales, asistencia médica ante cuadros febriles, y programas exhaustivos e inclusivos de educación sanitaria básica).

Por otra parte, diversos asesores de la Organización Mundial de la Salud han solicitado que la vacuna se estudie en un entorno real con la participación de más de 350.000 niños. El grupo asesor estratégico de la Organización Mundial de la Salud evaluará los resultados durante al menos tres temporadas de alta transmisión (estación lluviosa).

Durante los ensayos clínicos algunos niños sufrieron fiebre elevada y convulsiones siguiendo la inyección de alguna de las cuatro dosis.

Más adelante, sin que exista una relación causal indubitada con la vacuna, algunos niños tuvieron meningitis potencialmente mortal.

No obstante, el posicionamiento de la Organización Mundial de la Salud con respecto a esta vacuna dependerá en gran medida de los índices de supervivencia entre los niños vacunados.

El lanzamiento actual costará alrededor de  50 millones de dólares, cofinanciado por Global Fund to AIDS,Tuberculosis and Malaria, GAVI (Global Alliance Vaccine Immunization), Unitaid y los países involucrados.

La Organización Mundial de la Salud y Path (un grupo filantrópico de Seatle, estado de Washington), ha colaborado con GlaxoSmithKline en el desarrollo de la vacuna. La propia multinacional farmacéutica británica se ha comprometido a donar 10 millones de dosis de vacuna.

A comienzos de 2022, está previsto que se inicie otro ensayo clínico con otra potencial vacuna contra la malaria en la isla de Bioko, frente a la costa occidental africana. Esta vacuna, fabricada por Sanaria Inc., una empresa biotecnológica sita en Rockville, Maryland, Estados Unidos, se ha fabricado gracias al consorcio i-PfSPZ-c. Esta vacuna usa parásitos de la malaria (plasmodios) enteros que se irradian (para minimizar su virulencia), extrayéndolos a continuación de las glándulas salivares de los mosquitos vectores (hembras del género Anopheles). Esta vacuna también tiene limitaciones: ha de almacenarse en nitrógeno líquido e inyectarse por vía intravenosa, precisando la inyección de una elevada carga de parásitos. [PfSPZ, es el acrónimo de Plasmodium falciparum SPoZoites].

La vacuna desarrollada por Sanaria Inc., sigue la metodología usada por Louis Pasteur para la vacuna contra la rabia y el ántrax. Se extrae el parásito (plasmodio) de las glándulas salivares. Mientras Louis Pasteur debilitaba el virus de la rabia y el bacilo del ántrax mediante desecación, Sanaria Inc., debilita los parásitos de la malaria mediante radiación gamma.

El diseño de la vacuna de Sanaria Inc., utiliza el parásito entero. Una vez inyectado (debilitado) en vena, alcanza el hígado del vacunado, donde comienza a sintetizar proteínas. Sin embargo, al cabo de unos tres días el proceso se detiene y, a diferencia de la infección natural, apenas fabrica copias de sí mismo y éstas no invaden el torrente sanguíneo dando lugar a los picos febriles periódicos (fiebres terciarias o cuaternarias, según su frecuencia).

Poco antes de fallecer, Maurice Hilleman, quien desarrolló una vacuna contra la polio que nunca se llegó a comercializar, alabó la estrategia seguida por Sanaria Inc.

La idea de que los parásitos debilitados por la radiación podrían servir para formular una vacuna surgió en 1967, cuando Ruth Nussenzweig, a la sazón en la universidad de New York, demostró que funcionaba cuando se experimentaba en ratones. Los primeros ensayos en humanos se llevaron a cabo ya en 1970 cuando se vacunó a 14 voluntarios con parásitos debilitados; y luego ¡fueron expuestos a picaduras por hembras de anofeles infectadas! Trece no se contagiaron; uno de éstos trabajó después durante tres años en una zona rural de Ghana (África) con elevado endemismo de malaria sin contagiarse. Sin embargo, estas incipientes investigaciones no continuaron.

Los parásitos no podrían sobrevivir fuera de los mosquitos vectores. Por lo tanto la “vacuna” se tenía que administrar mediante la picadura de un mosquito, no con una aguja. Los voluntarios tuvieron que soportar más de 1.000 picaduras de hembras anofeles a lo largo de varias semanas.

La eficacia de la vacuna de Sanaria Inc., ha fluctuado significativamente durante su desarrollo. Las primeras pruebas, llevadas a cabo en un limitado número de voluntarios, sugirieron que su eficacia podría ser del 100%, pero las expectativas se rebajaron pronto hasta un 55% (datos muy preliminares de 2016); y de un 64% (datos de 2017).

En el año 2017 se realizó en Malí un estudio clínico en 100 adultos, mostrando que la vacuna de Sanaria Inc., tenía una tasa de eficacia de tan solo el 29%. Otro ensayo con financiación gubernamental se ha iniciado en Guinea Ecuatorial. En este estudio clínico participan alrededor de 2.000 empleados de la industria petrolera que trabajan en áreas con elevada prevalencia de paludismo.

El desciframiento del genoma del parásito ha hecho factible fabricar vacunas a partir de fragmentos de proteína del parásito. Resultado de estos estudios es la vacuna de GlaxoSmithKline Pharma (Mosquirix®).

El desarrollo de vacunas contra parásitos es mucho más complejo que contra bacterias o virus. Por esta razón, Pedro Alonso, director mundial de la lucha contra la malaria de la Organización Mundial de la Salud considera un éxito la vacuna contra la malaria, a pesar de su moderada y limitada eficacia.

Las cuatro especies del género Plasmodium causantes del paludismo humano, pueden causar la enfermedad una y otra vez, no existiendo inmunidad adquirida. En las naciones del África subsahariana, incluso cuando se aplican insecticidas alrededor de las viviendas y los niños duermen con mosquiteras, es relativamente común que sufran hasta seis episodios de fiebre por malaria.

Aun cuando la persona (generalmente un niño) infectada sobreviva, las infecciones de repetición causan extrema debilidad y deterioro permanente de sus sistemas inmunológicos.

Los programas de lucha contra la malaria se han estancado desde hace unos seis años, especialmente en 2020 debido a la pandemia covid-19 (información de PATH, una organización filantrópica para la salud global).

La vacuna (Mosquirix®) se inyecta en tres administraciones, con una dosis de refuerzo a los 18 meses aproximadamente. Tras los ensayos clínicos fase 3, la vacuna se probó en tres países (Kenia, Malawi y Ghana) donde se añadió a los calendarios de vacunación.

En esas tres naciones se han administrado más de 2,3 millones de dosis a más de 800.000 niños.

Cabe esperar que GAVI (Global Alliance Vaccine Immunization) considere que la inversión en Mosquirix® es adecuada, pero no es seguro que sea así debido a la baja eficacia de la vacuna (aproximadamente 50%) y la limitación temporal de protección (cuatro años). Además, los fondos asignados a la vacunación con Mosquirix® deberían retraerse de otras campañas de salud, también prioritarias. Si finalmente se aprueba, la distribución a los países que la soliciten tardará no menos de un año.

Por otra parte, este y otros programas de salud han de llevarse a cabo en un entorno de pandemia, todavía no superada en muchos países con bajos estándares de desarrollo socioeconómico.

Zaragoza, a 14 de octubre de 2021

Dr. José Manuel López Tricas

Farmacéutico especialista Farmacia Hospitalaria

Farmacia Las Fuentes

Zaragoza


Los premios de la Fundación Lasker (creados por el matrimonio Alfred y Mary Lasker), son conocidos como «los nobel americanos», en razón de que muchos de los galardonados lo han sido posteriormente con los de la Fundación Nobel, han premiado en 2021, en su área de ciencias biomédicas: la investigación sobre el ARNM que ha hecho posible recientemente el desarrollo de las vacunas anti-covid-19; la optogenética; así como el reconocimiento de la gran labor de David Baltimore en investigación básica.

La pandemia imposibilitó la entrega de los Lasker Award el año 2020.

Lasker~DeBakey Clinical Medical Research Award

Katalin Karikó, a la sazón vicepresidente senior de BioNTech, y Drew Weissman, profesor de investigación de vacunas de la Perelman School of Medicine, adscrita a la universidad de Pensilvania, Estados Unidos, han compartido el Lasker~DeBakey Clinical Medical Research Award. No desarrollaron las vacunas anti-covid-19, pero años ha sentaron las bases teóricas para que fuese posible. Ambos publicaron en el año 2005 que el ARN mensajero exógeno, ligeramente modificado para evitar la destrucción por las células, podía inducir la síntesis de las proteínas específicas en células foráneas. Dieciséis años más tarde del descubrimiento, esta tecnología ha hecho posible el desarrollo de vacunas contra el SARS-CoV-2, responsable de la pandemia covid-19. De hecho, han sido las segundas vacunas diseñadas con la tecnología del ARN mensajero, siendo la primera una vacuna contra el virus ébola autorizada, pero no usada de modo generalizado, en 2020, diseñada por los laboratorios Johnson & Johnson.

La utilidad del ARN mensajero para sintetizar proteínas foráneas cuando se inyectaba en las células no despertó la atención de la comunidad científica. Muchas prestigiosas revistas rechazaron la publicación del trabajo, hasta que finalmente apareció en Immunity en el año 2005.

Tras muchas negativas, dos empresas (Moderna Therapeutics, en Estados Unidos) y BioNTech en Alemania se interesaron por las posibilidades del hallazgo. Intentaron el diseño de vacunas basadas en la tecnología del ARN mensajero contra la gripe estacional, el citomegalovirus y otras enfermedades. Todas fracasaron durante la fase de ensayo clínico.

Todo cambió subrepticiamente cuando surgió la pandemia covid-19 en el año 2020. En un tiempo muy breve, Moderna Therapeutics y BioNTech (esta última se asociaría con la multinacional estadounidense Pfizer) lograron diseñar vacunas usando los descubrimientos de Katalin Karikó y Drew Weissman.

Ambos científicos comenzaron a recibir galardones, anteriores al de la prestigiosa Fundación Lasker, entre ellos el Breakthrough Prize dotado con 3 millones de dólares, y Albany Prize con 1 millón.

Aun cuando ambos [Katalin Karikó y Drew Weissman] representan la punta del iceberg, el desarrollo final de las vacunas anti-covid-19 es fruto de más de dos décadas de investigaciones previas sobre el ARN mensajero en las que han participado cientos, probablemente miles, de científicos.

Albert Lasker Basic Medical Research

Karl Deisseroth de Stanford, Peter Hegemann, profesor emérito del Instituto Max Planck de Bioquímica en Martinsried, Alemania, y Dieter Oesterhelt, de la universidad Humboldt de Berlín compartieron Albert Lasker Basic Medical Research por sus investigaciones en optogenética.

Todo se remonta al año 2007: un grupo de trabajo dirigido por Karl Deisseroth hicieron brillar una luz azul a través de una fibra óptica que previamente habían implantado en el cerebro de una rata. Este implante estaba dirigido a un conjunto de neuronas cuya actividad determina el movimiento de los bigotes del roedor. Cuando se lanzó un haz de luz al cerebro de la rata, sus bigotes [los de la rata] se movieron.

Este experimento de optogenética fue resultado de años de investigación.

[Luz NIR se refiere a la luz cercana al infrarrojo – del inglés: Near Infra-Red]

El camino comenzó a finales de la década de 1960 cuando Dieter Oesterhelt inició un proyecto de investigación sobre las bacterias de las marismas. Estas bacterias poseen una membrana púrpura sensible a la luz. En 1971 descubrió que la activación lumínica modifica la conformación de una proteína de membrana que abre o cierra canales iónicos. La respuesta es similar a lo que sucede cuando un impulso nervioso llega a los axones neuronales.

En el año 1991, Peter Hegeman descubrió una reacción lumínica similar cuando trabajaba con algas.

Partiendo de estos hallazgos teorizó que las proteínas (de bacterias y algas) convertían la luz en electricidad. En una extensión lógica de sus investigaciones, indagó si esta reacción (de luz a electricidad) se producía también en  animales

Otro salto adelante ocurrió en el mismo año, 1991: Peter Hegemann, al estudiar algas que manifiestan trofismo hacia la luz, dio cuenta que usan una proteína relacionada con la de la bacteria descrita por Oesterhelt. En condiciones de luminiscencia esta proteína modifica su conformación permitiendo la entrada de iones en las células.

Un paso más de la investigación llevó a intentar agregar genes (opsinas) que codificasen proteínas sensibles a la luz en el interior de células nerviosas con objeto de lograr su activación. Es así como se llegó al experimento con los bigotes de la rata. El experimento tiene un corolario más amplio: la activación de los nervios se puede conseguir con la luz.

Usando proteínas sensibles a la luz, varios grupos de investigación estudian la activación (y desactivación) de neuronas en animales. Ello permite estudiar comportamientos tan variados como la percepción del hambre, la sed e incluso de la ansiedad.

Era difícilmente predecible que los estudios con bacterias y algas condujeran a descifrar comportamientos más o menos estereotipados en animales, como el descrito con los bigotes de la rata. Peter Deisseroth extrapola (teóricamente) los hallazgos al área de la psiquiatría y la psicofarmacología.

Lasker-Koshland Special Achievement Award

David Baltimore, a la sazón profesor emérito de CallTech, ha sido reconocido con el Lasker-Koshland Special Achievement Award in Medical Science.

David Baltimore irrumpió en el panteón de las Ciencias Biológicas en 1970, cuando contravino uno de los principios fundamentales de la genética: el dogma según el cual el flujo de información genética es unidireccional, esto es, ADN ® ARNm ® Proteína.

David Baltimore descubrió que la información [genética] también podía fluir de ARN ® ADN, reacción catalizada por una enzima denominada retrotranscriptasa (transcriptasa inversa). Este hallazgo le valió en 1975, con tan solo 37 años, el Premio Nobel de Fisiología o Medicina. La pandemia del SIDA a partir de 1981 hizo casi popular a esta enzima. Dada su juventud, el premio Nobel no fue un epílogo a una carrera, sino un acicate que condujo a múltiples y trascendente hallazgos en los ámbitos del cáncer e inmunología. [David Baltimore compartió en Premio Nobel de Fisiología o Medicina de 1975 con Renato Dulbecco y Howard Martin Temin, los dos últimos por sus investigaciones sobre virus oncogénicos].

David Baltimore fue director fundador del Whitehead Institute de Investigación Biomédica del Massachusetts Institute of Technology (más conocido por su acrónimo MIT). Así mismo también presidió la Rockefeller University, y en la actualidad (2021) el CallTech.

Durante la crisis del SIDA (iniciada en Occidente en 1981), fue copresidente la National Academy of Sciences estadounidense.

Casi todo su trabajo científico se ha desarrollado en el ámbito de la ciencia básica, la semilla cuya germinación da lugar al progreso de la ciencia aplicada.

Zaragoza, a 1 de octubre de 2021

Dr. José Manuel López Tricas

Farmacéutico especialista Farmacia Hospitalaria

Farmacia Las Fuentes

Zaragoza


La optogenética es un método experimental de investigación en biología que asocia la óptica y la genética. La técnica se ha diseñado para desencadenar o inhibir respuestas muy concretas en células de tejidos animales in vivo.

A diferencia de otros métodos experimentales que usan efectos lumínicos, la optogenética permite a los investigadores usar la luz para activar o desactivar células (incluso partes de la misma) con una impresionante especificidad.

La optogenética permite experimentar con animales vivos, no con muestras de tejidos obtenidos previamente del animal. Así pues, la técnica se puede usar no solo para el estudio de comportamientos específicos (reacciones de dolor, miedo, etc.), sino para inferir la contribución de determinadas células o conexiones neuronales a esas respuestas.

El auge de la optogenética se produjo entre los años 2004 y 2009, habiéndose publicado un sinnúmero de trabajos desde entonces, sobre todo en el área de la neurociencia.

La tecnología optogenética funciona en varias etapas: en primer lugar se modifican genes de organismos unicelulares (bacterias y algunas algas, verbigracia). Estos genes se convierten así en herramientas de investigación biológica para el estudio de comportamientos estereotipados en animales, generalmente roedores. Estos genes, denominados genéricamente opsinas microbianas, codifican proteínas involucradas en el intercambio iónico a través de las membranas celulares. La luz desencadena corrientes eléctricas en las células que, a su vez, activan o inhiben dichas proteínas.

A continuación estos genes (opsinas microbianas) se integran en el genoma de determinadas células; solo estas células responderán a los estímulos lumínicos.

En la última etapa se lanzan pulsos de luz sincronizados hacia grupos de células específicas del tejido, mientras el animal experimental lleva a cabo el comportamiento específico que se pretende estudiar. Los pulsos de luz estimulan los genes (opsinas) dando lugar a corrientes eléctricas en las células diana. Dependiendo del tipo de opsina, la corriente eléctrica generada activa o inhibe las células objetivo. De los resultados obtenidos se puede inferir la involucración de células específicas en un determinado comportamiento.

Se han descubierto muchas opsinas microbianas en el laboratorio y algunas se han modificado genéticamente. Incluso se han llegado a sintetizar algunas. Las diferentes opsinas (naturales, modificadas genéticamente o sintetizadas en su totalidad) muestran distintas conductancias y respuestas a una longitud de onda específica).

Las bacteriorrodopsinas de origen natural (que causan la extrusión celular de protones) y las halodopsinas, también de origen natural (que causan la intrusión de aniones cloruro al interior celular) son inhibidores de los sistemas neuronales. Ambas [bacteriorrodopsinas y halodopsinas] actúan como bombas de intercambio iónico.

Por otra parte, las canalrrodopsinas (como se infiere de su nombre), permiten el paso de iones siguiendo un gradiente de concentración. Son opsinas excitadoras de los sistemas neuronales.

En el año 2012 se obtuvo una estructura cristalina de alta resolución de una canalrrodopsina. Ello hizo factible el diseño de un poro del canal de la opsina que inhibiese el transporte (intrusión) de iones cloruro.

Extrapolando, tal vez de manera exagerada, la optogenética se podría usar en cualquier estirpe celular.

El suministro de luz se logra con una interfaz de fibra óptica que puede apuntar con precisión y versatilidad a tipos celulares dentro de estructuras cerebrales profundas. Otras estrategias permiten apuntar incluso a células individuales en el cerebro vivo (técnicas holográficas y láseres). De sólito, la técnica optogenética se usa de preferencia sobre tipos celulares, no sobre células individuales.

Los métodos optogenéticos se han aplicado a una amplia gama de cuestiones de fisiológicas y cognoscitivas. Así mismo, se han usado para las células y conexiones neuronales implicadas en diversas enfermedades (enfermedad de Parkinson, enfermedad de Huntington, accidentes cerebrovasculares, dolor crónico, trastorno obsesivo-compulsivo, depresión, ansiedad, síndromes de espectro autista, drogadicción, y otras).

La optogenética es también una herramienta que ha contribuido a impulsar ambiciosos proyectos de investigación, tales como la Brain Research Through Advancing Innovative Neurotechnologies (BRAIN), iniciado en 2103.

Zaragoza a 30 de septiembre de 2021

Dr. José Manuel López Tricas

Farmacéutico especialista Farmacia Hospitalaria

Farmacia Las Fuentes

Zaragoza


Un estudio reciente concluye que la terapia electro-convulsiva es tan eficaz y segura para el tratamiento de la depresión mayor como los medicamentos antidepresivos, incluso cuando éstos se asocian a terapia conductual.

La terapia electro-convulsiva, más conocida por electroshock, tiene tras de sí una historia controvertida y en gran medida desfavorable. Ello es consecuencia de la literatura y el cine, junto a que las primeras aplicaciones se realizaban con fuertes corrientes eléctricas sin anestesiar al paciente.

Hoy día la técnica se lleva a cabo con el paciente anestesiado, y la corriente aplicada al cerebro es débil (alrededor de 8 amperios a 120 voltios) durante 1 a 6 segundos. Es suficiente para desencadenar convulsiones en el cerebro, pero insuficiente para dar lugar a las fuertes contracciones musculares que forman parte del imaginario colectivo. Las convulsiones en el interior del cerebro alivian los síntomas de la depresión y algunas otras enfermedades mentales (esquizofrenia, trastorno bipolar, catatonía). El tratamiento se completa con varias sesiones a lo largo de días o semanas.

Se ha de insertar una vía intravenosa antes de la anestesia. La terapia electro-convulsiva puede dar lugar a efectos adversos, tales como pérdida temporal de memoria, confusión, cefalea y mialgias transitorias. No está claro si hay alteraciones de memoria a largo plazo (la propia enfermedad depresiva también los desencadena).

El estudio, publicado en Lancet Psychiatry, se llevó a cabo en Canadá en 10.016 adultos con una edad promedio de 57 años, de las que dos terceras partes eran mujeres. Todos los participantes estaban diagnosticados de depresión grave que precisó ingreso hospitalario durante 3 o más días. El grupo de estudio fue sometido a terapia electro-convulsiva, mientras el grupo control recibió tratamiento farmacológico antidepresivo y psicoterapia. La investigación se centró en la evolución de cada paciente durante los 30 días siguientes al alta hospitalaria. [Por razones éticas no existió grupo placebo].

El estudio comparó a los pacientes (grupo de estudio) con el grupo control (tratamiento farmacológico + psicoterapia). Se tuvieron en cuenta 75 factores, incluyendo características sociodemográficas, uso de fármacos, enfermedades concomitantes, valoración cognoscitiva-conductual, asistencia a servicios psiquiátricos, etc. Con esta exhaustiva valoración se intentó eliminar sesgos que han desvirtuado muchos estudios previos.

La terapia electro-convulsiva no pareció aumentar el riesgo de problemas médicos graves (respiratorios, circulatorios, urinarios) ni se observó un aumento de los suicidios (consumados o no). En los 30 días tras el alta hospitalaria, 105 pacientes del grupo de estudio (sometidos a terapia electro-convulsiva) tuvieron algún problema médico grave (requirió hospitalización) y 135 en el grupo control (medicación y psicoterapia). En cualquier caso esa diferencia no tuvo significación estadística. No se tuvieron en cuenta los problemas médicos menores (que no precisaron hospitalización). Los suicidios fueron muy raros en ambos grupos, menos frecuentes en el grupo de estudio.

Este estudio puede servir para resituar a la terapia electro-convulsiva como una opción válida para la depresión grave. [Históricamente es la técnica que se aplica a las embarazas con depresión muy grave].

El autor principal del estudio de Lancet Psychiatry, Tyler S. Kaster, becario de estimulación cerebral en la universidad de Toronto (Canadá) declaró que la terapia electro-convulsiva no está exenta de riesgos, pero no mayores que los de una depresión grave no controlada.

Zaragoza a 22 de septiembre de 2021

Dr. José Manuel López Tricas

Farmacéutico especialista Farmacia Hospitalaria

Farmacia Las Fuentes. Zaragoza


625 a.C. – 526 a.C. Tobías y Jeremías

Estoy seguro que tu padre recuperará la vista. Úntale los ojos con la hiel del pez. Las nubes de sus ojos se contraerán y se desprenderán. Tobías (11.8)

 

El problema médico de la sequedad ocular afecta al 20% aproximadamente de la población adulta aumentando su prevalencia con la edad. Los síntomas son bien conocidos: picor, escozor, y exagerada sensibilidad a la luz solar y los destellos. Durante la pandemia de covid-19 se ha achacado una mayor incidencia del síndrome de ojo seco al uso de mascarillas que hacen que el aire exhalado se reconduzca hacia los ojos. Sin descartar este hecho,  tampoco se ha podido demostrar de modo indubitado. Tal vez la permanencia en lugares cerrados, generalmente más secos, haya contribuido incluso más que el uso de mascarillas. Otro aspecto a tener en cuenta es el estrés asociado a la situación pandémica. Existe una clara relación entre el estrés y la sequedad ocular, técnicamente denominada xeroftalmia. De hecho, un estudio ha demostrado que existe relación entre el síndrome del ojo seco, el estrés postraumático y la depresión clínica.

Causas de la sequedad ocular.-

La causa principal es el envejecimiento.

Otras de las razones del creciente número de personas afectadas por sequedad ocular se debe al uso de pantallas electrónicas (ordenadores, móviles, etc.). Cuando se trabaja o lee en una pantalla se parpadea menos, reduciéndose la humectación de los ojos, aumentando la irritación asociada a la sequedad.

La inadecuada lubricación ocular también puede dar lugar a visión borrosa, una causa muy común de consulta en oftalmología.

Otra posible causa es el uso de lentes de contacto. Durante varias décadas se utilizaron de modo generalizado por razones estéticas y prácticas, pero su empleo ha decaído.

Como se ha escrito antes, la edad a la que se manifiesta el síndrome del ojo seco ha disminuido, sin duda por el creciente uso de dispositivos electrónicos

La xeroftalmia («ojo seco») es uno de los signos del síndrome de Sjögren (pronunciado chongren en español); así mismo es una secuela de la cirugía de cataratas y la blefaroplastia.

Algunas personas sufren una sequedad ocular crónica porque no cierran sus ojos completamente durante el sueño, resecándose la película lagrimal.

¿Cómo se lubrica el ojo?

La película lagrimal que recubre y lubrica el ojo es como un sándwich de tres capas, cada una producida por diferentes glándulas.

La más externa son las glándulas de Meibomio, ubicadas en los párpados. Estas glándulas sintetizan y segregan una capa externa aceitosa que estabiliza y mantiene la película lagrimal. Si esta capa aceitosa experimenta una disrupción, el primer síntoma es una visión borrosa.

La capa intermedia contiene dos conjuntos de glándulas lagrimales que sintetizan lágrimas acuosas.

La capa más interna se halla directamente sobre la superficie de la córnea, y es fundamental para su protección e integridad estructural.

Tanto las glándulas de Meibomio[1] (ver dibujo que acompaña al texto) como las lagrimales (capas intermedia e interna) tienen receptores para las hormonas sexuales (andrógenos y estrógenos), además de diversos neurotransmisores. Una disminución de los niveles de las hormonas sexuales puede dar lugar a sequedad ocular. Así se observa en las mujeres a partir de la menopausia; y en los hombres que reciben medicamentos anti-androgénicos como tratamiento del cáncer de próstata.

Sin embargo, la causa más común de xeroftalmia es la disfunción de las glándulas de Meibomio, facilitándose la evaporación de la película lagrimal que se halla por debajo de la capa aceitosa producida por dichas glándulas.

En no pocas ocasiones, el uso de gotas humectantes lejos de mejorar, empeoran la irritación ocular debido a los múltiples conservantes que contienen en su formulación galénica. Es por ello que ahora se prefieren envases mono-dosis que, bien no contienen conservantes o su cantidad es exigua.

Además, algunos fármacos pueden inhibir la adecuada producción de lágrimas. Los más comunes incluyen: antihistamínicos, β-bloqueantes, anticonceptivos orales, diuréticos, anti-parkinsonianos, ansiolíticos, antiasmáticos, medicamentos para tratar la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC), y anti-arrítmicos.

¿Qué se puede hacer para aliviar la sequedad ocular?

Las condiciones ambientales que exacerban los problemas de la sequedad ocular (xeroftalmia) incluyen el humo[2], la baja humedad ambiental (derivada de los sistemas de climatización), el viento, la arena y el cloro en las piscinas.

Un remedio casero, pero eficaz, es aplicar compresas tibias en los párpados por la mañana y por la noche, y a continuación instilar preparados farmacéuticos de lágrimas artificiales (véase más adelante). Estos preparados farmacéuticos remedan, con mayor o menor fortuna, las lágrimas fisiológicas, siendo útiles si se utilizan de manera regular, pero no abusiva (ya que pueden llegar a inhibir la producción natural de lágrimas). Por razones no estudiadas, unas lágrimas artificiales pueden ser más efectivas que otras en un paciente particular.

Con todo existen casos refractarios que requieren tratamientos especiales. Sin embargo, en la mayoría de las situaciones los remedios descritos son suficientemente resolutivos.

INFORME TÉCNICO SOBRE LÁGRIMAS ARTIFICIALES Y LUBRICANTES OCULARES.

Soluciones.-

Las preparaciones farmacéuticas formuladas como lágrimas artificiales contienen normalmente electrolitos inorgánicos, conservantes y polímeros hidrosolubles. El cloruro sódico, cloruro potásico y el ácido bórico ayudan a mantener la osmolalidad y el pH de la preparación. Los conservantes, incluyendo cloruro de benzalconio, clorobutanol, tiomersal, EDTA – Etilen-Diamino-TetraAcetato-, metilparabeno y propilparabeno se incluyen en preparaciones multidosis para prevenir el crecimiento bacteriano una vez abiertos los envases. Los conservantes más novedosos incluyen el complejo oxicloro estabilizado y el perborato sódico. Tienen la ventaja de que su degradación da lugar a compuestos atóxicos. Otras sustancias (metilcelulosa y sus derivados), alcohol polivinilo, povidona, dextrano y propilenglicol aumentan la viscosidad estabilizando la película lagrimal.

Además de los polímeros, los lípidos y vitaminas también han entrado a formar parte de las formulaciones de los lubricantes oculares. Por ejemplo, el retinol (forma alcohólica de la vitamina A) está disponible como solución para uso oftalmológico. Otra formulación conteniendo Ciclosporina-A al 0,05% también está disponible para pacientes con sequedad ocular refractaria a otros tratamientos (véase más adelante).

Las soluciones para la sequedad ocular se administran (instilan) cada 4 a 6 horas, si bien se pueden administra al principio con una frecuencia mayor (cada hora) en casos graves.

Geles y ungüentos.-.

La segunda opción de tratamiento de la sequedad ocular son el petrolatum, lanolina y otros ungüentos aceitosos. Cuando se sitúan en el saco conjuntival, estos productos se dispersan junto con el flujo lagrimal. La ventaja principal de los geles y ungüentos es que permanecen durante más tiempo en el saco conjuntival permitiendo una posología más cómoda (administración menos frecuente). Se aplican, bien directamente o previa impregnación en una gasa estéril. Recientemente se han formulado preparados carentes de conservantes, siendo menos irritantes y alergénicos.

Estos preparados se aplican antes de dormir para reducir la visión borrosa, más común con los ungüentos que con los geles.

Dispositivos sólidos.-

Consiste en una varilla cilíndrica conteniendo 5mg de hidroxipropilcelulosa que se inserta en el saco conjuntival. El polímero se va liberando en la superficie ocular durante las siguientes 12 a 24 horas.

El principal problema es la destreza manual requerida para su implantación.

Terapia antiinflamatoria.-

Una preparación de Ciclosporina al 0,05% (Restasis®) estimula la síntesis y secreción lagrimal.

Estudios recientes han mostrado que la disminución de la secreción lagrimal desencadena la inflamación de la superficie ocular. Un incremento de la síntesis de diversas citoquinas y proteasas, junto a otras moléculas de adhesión, así como la infiltración de células T de la conjuntiva agravan la sequedad ocular. La ciclosporina-A es el primer medicamento antiinflamatorio autorizado para el tratamiento del síndrome del ojo seco.

Agonistas del receptor P2Y2.-

Los receptores P2Y2 contribuyen a coordinar la hidratación y el aclaramiento de la mucosa en los ojos, pulmones y senos nasales. Diquafosol® (INS365) es una preparación oftalmológica que activa estos receptores sobre la superficie ocular y los párpados, consiguiendo una mayor secreción de mucina, lípidos, sal y agua.

Terapia oral.-

La pilocarpina (en forma de clorhidrato) es un agonista colinérgico oral de tipo muscarínico con acción secretagoga que ha sido usado para el tratamiento de la sequedad bucal (xerostomía) subsiguiente a la radiación en el tratamiento de los cánceres de cabeza y cuello. Este medicamento puede disminuir los síntomas de sequedad, tanto bucal, como de ojos, piel y nariz. Se ha ensayado en el tratamiento del síndrome de Sjögren.

Zaragoza, a 23 de septiembre de 2021

Dr. José Manuel López Tricas

Farmacéutico especialista Farmacia Hospitalaria

Farmacia Las Fuentes

Zaragoza

[1] En reconocimiento a Heinrich Meibom (1638-1700), médico prusiano que las describió por primera vez. Cuando se obstruyen dan lugar a un quiste en el párpado (chalación).

[2] Técnicamente humo son partículas sólidas suspendidas en un gas; la niebla son partículas líquidas suspendidas en un gas.


Joseph I. Kramer ejerció desde 1969, y  durante casi tres décadas, como médico en uno de los barrios más pobres y degradados de New York, el Lower East Side de Manhattan.

A comienzos de la década de 1960 Joseph I. Kramer trabajaba como pediatra en el condado de Bergen, una de las áreas más prósperas de New Yersey. Según declaró más tarde, el trabajo no le satisfacía; había más médicos que enfermedades. Las madres se angustiaban por trastornos banales de sus niños. Joseph I. Kramer terminó por sentirse como una «niñera cara».

Buscando su compromiso personal comenzó a ejercer en el Lower East Side, donde había nacido, en sección de Williamsburg de Brooklyn donde había pasado su infancia. Corría el año 1969.

A la vez que crecía su lista de pacientes, también lo hizo la delincuencia relacionada con las drogas y la prostitución. A tal punto que muchos neoyorquinos se referían a las calles de Williamsburg como A (de aware, atento), B (de beware, tener cuidado), C (de caution, precaución) y D (de death, muerte), en referencia a la inseguridad de la zona. Entretanto, muchos de los hippies de la mítica década terminaron en prestigiosas, y económicamente prohibitivas escuelas de negocio, o como corredores de bolsa (brokers) en Wall Street.

Sin embargo, Joseph I. Kramer mantuvo íntegro su compromiso ético, y continuó ejerciendo la medicina en el barrio, entre los más desfavorecidos.

Durante su ejercicio vio niños con herpes cerebral, lesiones tuberculosas propias de países del llamado tercer mundo, niñas drogadictas ejerciendo la prostitución y muchas otras situaciones inimaginables en otros barrios de la ciudad.

Las condiciones de trabajo eran también muy precarias: una misma sala de espera albergaba a drogadictos y madres con sus bebés; el frigorífico de una cocina contenía las medicinas; los archivos médicos se guardaban sin apenas protección. No solo eso: era frecuente que acompañase a sus pacientes a la farmacia más próxima y pagase las medicinas de los pacientes más pobres.

En el año 1983, su ejemplo llegó a los medios de comunicación. Se le calificó como un Sífiso moderno que luchaba contra la degradación urbana. Muchas calles y avenidas eran «patología urbana».

En 1996, cumplidos 71 años, se jubiló. No fue la expansión epidémica del SIDA, el auge de la tuberculosis o el sarampión, sino la burocracia lo que terminó con su esfuerzo, entrega y dedicación. Su aspecto personal era rudo: un gran bigote (estilo Groucho Marx), se expresaba en un dialecto judío callejero, era sarcástico, maldecía con frecuencia a voz en cuello, y su humor rayaba en el insulto (en esto también se parecía a Groucho).

Recibió muchos apodos, de compañeros de profesión y pacientes: «el último hombre enojado», «el ángel custodio de la avenida D», «Dr. Quijote», entre otros.

Joseph Issac Kramer nació el 7 de diciembre de 1924. Sus padres regentaban una tienda (Kramer’s Bake Shop) en Williamsburg. Inicialmente, Joseph (Joe) trabajó como cajero en el comercio de sus padres, pero siempre a regañadientes.

Tras licenciarse (bachelor) en la universidad de Kentucky, viajó a Europa  a un centro que aceptase alumnos judíos. Logró graduarse en la universidad de Maguncia en la entonces República Federal de Alemania en 1960. Tras contraer matrimonio retornó a Estados Unidos.

Desde 1969 hasta su jubilación en 1996 a los 71 años ejerció la medicina entre los marginados del Lower East Side neoyorquino. Ello le permitió constatar el injusto sistema médico estadounidense en el que los pobres apenas tienen acceso a los servicios médicos y a la prestación farmacéutica.

Zaragoza, a 15 de septiembre de 2021

Dr. José Manuel López Tricas

Farmacéutico especialista Farmacia Hospitalaria

Farmacia Las Fuentes

Zaragoza


La controvertida autorización por la Food and Drug Administration (FDA) estadounidense del fármaco Aduhelm® (Aducanumab-avwa) de laboratorios Biogen Idec para la enfermedad de alzhéimer ha llegado al Congreso de Estados Unidos. Dos comités han solicitado a la FDA detalles del proceso de aprobación del medicamento. En el texto, de 13 páginas, remitido a la FDA, se solicita gran cantidad de documentación.

La FDA otorgó la aprobación acelerada del medicamento a pesar de numerosas reticencias planteadas por expertos, incluidas personas del propio comité evaluador.

Existen recelos por la estrecha e inusual colaboración entre la Agencia evaluadora (FDA) y el laboratorio fabricante y comercializador (Biogen Idec).

La extensa carta, dirigida a Janet Woodcock, comisionada interina de la FDA, está firmada por Carolyn Maloney, presidenta del Committee on Oversigth Reform, y Frank Pallone, presidente del House Energy and Comerce Committee.

Aduhelm® se autorizó en junio (2021). Se ha conocido que dos meses antes de la aprobación varios expertos de la FDA declararon la conveniencia de que se llevase a cabo otro ensayo clínico antes de autorizar el fármaco, pues de otro  modo millones de enfermos podrían llegar a recibir el tratamiento sin plena evidencia científica. Incluso Vissia Viglietta, quien ayudó a diseñar los ensayos clínicos cuando trabajaba para Biogen, ha declarado la improcedencia de la aprobación, poniendo en entredicho la credibilidad del Organismo Regulador. Por otra parte no hay que desdeñar los riesgos asociados al anticuerpo monoclonal Aducanumab: inflamación y hemorragia cerebral.

El tratamiento con Aduhelm® se lleva a cabo mediante infusiones intravenosas mensuales, con un coste anual de 56.000 dólares ($56,000).

Centros médicos y proveedores de salud referenciales en Estados Unidos (Cleveland Clinic, Mount Sinai Health System, y Providence) han rechazado incluir Aduhelm® en el catálogo de prestaciones farmacéuticas.

Así mismo, el Department of Veterans Affair ha decidido no incluir Aduhelm® entre sus prestaciones por el riesgo de efectos adversos significativos y la ausencia de evidencia de impacto positivo sobre la cognición.

El 23 de julio, Janet Woodcock (de la FDA) entregaron al Congreso las actas de las reuniones en las que se decidió la autorización de Aduhelm®. La carta de respuesta [de los comités del Congreso] incide en cuestiones no aclaradas. Además el Departament of Health and Human Services se compromete a llevar a cabo una investigación de posible conflicto de intereses entre algunos miembros de la FDA y el laboratorio Biogen Idec.

La controversia sobre Aducanumab comenzó en 2019 cuando se interrumpieron dos ensayos clínicos en las fases finales, después de que una evaluación independiente que concluyese que el fármaco parecía no mejorar el estado clínico de los enfermos.

Un posterior análisis llevado a cabo por el laboratorio (Biogen) halló que los pacientes a los que se administró la dosis más elevada de Aducanumab-avwa lograron un leve enlentecimiento del deterioro cognitivo. Sin embargo, otro ensayo clínico llevado a cabo más tarde no pudo confirmar estos hallazgos.

La carta de los comités del Congreso [estadounidense] incluye preguntas acerca de la estrecha colaboración de la FDA con directivos de Biogen, incluyendo varias reuniones semanales durante el verano de 2019 para evaluar los resultados, así como la presentación conjunta (FDA y Biogen) a un comité de expertos independientes.

Cuando se aprobó en junio (2021) Aduhelm® (Aducanumab-avwa)), el primer medicamento para la enfermedad de alzhéimer en 18 años, la FDA reconoció que no había suficiente evidencia de que el fármaco ayudase verdaderamente a los enfermos. Para justificar esta contradicción, la FDA declaró que la autorización de Aduhelm® se llevó a cabo bajo un programa de aprobación acelerada, que permite la autorización de medicamentos sin pruebas convincentes, al amparo de la falta de alternativas terapéuticas. Existían pruebas razonables de que su mecanismo de acción (reducción de la cantidad de proteína β-amiloidea en el tejido nervioso) se tradujese en algún beneficio clínico que, sin embargo, no se ha demostrado de modo indubitado.

Cada vez hay más evidencia de que la reducción de la proteína β-amiloidea en el cerebro no trasunta en la mejora de la función cognoscitiva (memora y razonamiento).

Aducanumab (BIIB037, en su designación preclínica) es un anticuerpo monoclonal humano tipo IgG1 dirigido contra el epítopo (determinante antigénico) de la proteína β-amiloidea. Fue desarrollado por la empresa suiza Neuroimmune, en Schlieren, a partir de donantes sanos con función cognoscitiva normal. Más tarde, Biogen-Idec adquirió los derechos de comercialización.

En noviembre de 2020 se solicitó a un comité independiente que valorase la aprobación de Aduhelm® por los cauces habituales que se siguen para otros medicamentos. El comité independiente votó mayoritariamente en contra, opinión que inexplicablemente no se tuvo en cuenta.

La decisión de autorización (junio 2021) ha sido determinante para la dimisión de tres miembros del comité de expertos.

Otra cuestión tiene que ver con la información técnica (prospecto). En su primera versión se escribía que Aduhelm® se podía administrar a cualquier paciente diagnosticado de demencia de alzhéimer, para poco tiempo después restringir su administración a pacientes en los primeros estadios de esta enfermedad neurodegenerativa.

La aprobación de Aduhelm® tiene implicaciones de gran alcance, no solo para las personas con enfermedad de alzhéimer, sino para toda la población ya que compromete la de otros potenciales fármacos contra esta enfermedad. Además pone en entredicho el prestigio de un organismo referente a escala mundial (US-FDA) para la revisión imparcial y crítica de potenciales nuevos medicamentos.

Zaragoza a 14 de septiembre de 2021

Dr. José Manuel López Tricas

Farmacéutico especialista Farmacia Hospitalaria

Farmacia Las Fuentes

Zaragoza


El ensayo clínico de una vacuna experimental contra el SIDA desarrollada por Johnson & Johnson que se estaba llevando a cabo en Sudáfrica, se ha interrumpido por los pobres resultados que se estaban obteniendo. Todavía más: la vacuna experimental incrementaba el riesgo de infección, tal vez por su limitada eficacia junto con la falsa creencia de seguridad que otorgaba a los participantes.

No es el primer fracaso. El año pasado (2020) otra vacuna experimental también tuvo que dejar de ensayarse en Sudáfrica por la misma razón: no ofrecía protección frente a la infección por VIH. Este ensayo clínico, iniciado en el año 2016, siguió a otro finalizado en Tailandia en 2009. La eficacia conseguida era aproximadamente del 30%.

La vacuna experimental ensayada en 2009 en Tailandia utilizó como vehículo la viruela del canario, un virus aviar que puede infectar a las células humanas, pero no multiplicarse en ellas. En este transportador [virus variólico del canario] se insertaba un gen del VIH que codifica una proteína de superficie del virus.

Por razones éticas, a todos los participantes se les ofreció profilaxis previa a la exposición (sexual o sanguínea), conocida con el acrónimo PrEP, además de preservativos y consejos para prevenir la infección.

Un estudio paralelo desarrollado al que se estaba realizando en Sudáfrica, designado como HVTN-702, también con el nombre de Uhambo (palabra del zulú traducible por viaje) incluyó a 5.407 hombres y mujeres jóvenes también sudafricanos. El número de nuevas infecciones entre los participantes en el grupo placebo (123) fue inferior a las notificadas en el grupo de estudio (vacunado) (129), tal vez por la falsa percepción de seguridad, diferencia que, en cualquier caso, carece de significación estadística.

Tras más de 3 décadas de distribuir preservativos y llevar a cabo programas de educación, no se ha logrado disminuir la incidencia de la infección por VIH en Sudáfrica. Así mismo, la PrPE (profilaxis pre-exposición) no funciona si la persona no la utiliza del modo adecuado. Por esta razón, la vacuna se sigue considerando una prioridad.

En el mundo, con alrededor de 35 millones de personas infectadas, se produjeron 1,5 millones de nuevos contagios durante 2020.

Hace unas semanas, Moderna Therapeutics anunció que probaría una vacuna basada en la tecnología del ARN mensajero, la misma en que se ha basado la vacuna contra el coronavirus SARS-CoV-2.

El ensayo clínico que se ha interrumpido en 2021 se denominó Imbokodo en el que participaban 2.600 mujeres jóvenes de 5 países subsaharianos consideradas de alto riesgo de infección por VIH. La elección se fundamenta en que dos terceras partes de todas las nuevas infecciones por VIH afectan a las mujeres.

El estudio Imbokodo usaba una vacuna basada en el adenovirus Ad26 modificado genéticamente para transportar fragmentos génicos de cuatro subtipos de VIH. La vacuna ha sido desarrollada por Johnson & Johnson, quien financió el estudio en colaboración con la Bill & Melinda Gates Foundation y los National Institutes of Health de Estados Unidos.

El problema para el desarrollo de vacunas contra el VIH es que el virus infecta a una estirpe fundamental de linfocitos T, el tipo de células inmunes que las vacunas tratan de estimular para confrontar la infección. [Más precisamente, el VIH infecta los linfocitos TCD4+, disminuyendo su población a niveles que comprometen la lucha contra las infecciones]. [CD es el acrónimo de Cluster of Differentation].

El ensayo Imbokodo se inició en el año 2017. Los participantes recibieron dos inyecciones iniciales y dos de refuerzo a lo largo de 1 año. Los investigadores rastrearon el número de nuevas infecciones en los grupos de estudio (que recibieron la vacuna) y placebo, a partir desde el 7º mes (esto es, tras la tercera dosis) hasta el mes vigésimo cuarto. Durante dos años, 63 de los 1,109 participantes incluidos en el grupo placebo se infectaron con VIH en comparación con 51 de los 1.079 del grupo de estudio, que recibieron la vacuna. Esto supone una eficacia porcentual del 25%, inaceptablemente baja.

Una protección del 25% podría ser contraproducente al ofrecer a las mujeres una falsa sensación de seguridad.

Una versión modificada (usando distintos subtipos del virus) de la vacuna de Johnson & Johnson continuará ensayándose en hombres con prácticas homosexuales, en ocho países, entre ellos Polonia, Brasil y Estados Unidos. Este estudio se denomina MOSAICO.

La experiencia es saber por qué la vacuna funcionó en ese 25% de la población para realizar los cambios necesarios que hagan factible ampliar la cobertura de protección.

Una vacuna con tan pobre protección frente a la infección no es adecuada para un país como Sudáfrica con una de las incidencias de infección por VIH y SIDA más altas del mundo. Además la política sudafricana, lejos de ayudar a controlar la infección ha contribuido a su expansión. Recuérdese el posicionamiento del Presidente Sudafricano Thabo Mbeki, sucesor en 1999 del primer presidente negro, Nelson Mandela. Thabo Mbeki sostenía que el colapso del sistema inmune debido al SIDA era atribuible a la pobreza extrema de amplias capas sociales. Su mensaje populista caló entre las personas más desfavorecidas que desdeñaron las medidas profilácticas. Ello ha contribuido a que Sudáfrica tenga la mayor incidencia mundial de infección por VIH y SIDA. A esta postura se enfrentó Mark Wainberd, quien además de lograr que se celebrase en Durban (Sudáfrica) una conferencia mundial sobre el SIDA, dio a conocer las dificultades que muchos africanos tenían para acceder a los medicamentos antiretrovirales.

Zaragoza a 6 de septiembre de 2021

Dr. José Manuel López Tricas

Farmacéutico especialista Farmacia Hospitalaria

Farmacia Las Fuentes

Zaragoza