Albomicinas antibióticas

Las albomicinas son antibióticos naturales producidos por Actinomyces subtropicus, bacterias Gram positivas. En la naturaleza, estas proteínas se acomplejan con átomos de hierro. La identificación, aislamiento y estudio de estos antibióticos fue llevada a cabo por la bióloga rusa (entonces soviética) Georgii Frantsevich Gause, durante la década de 1950.
 
Las albomicinas más abundantes se designan con las letras δ1, δ2 (representada en la imagen) y ε; existen otras tres.
Todas las albomicinas son secuencias de seis aminoácidos modificados. Estos antibióticos han evidenciado actividad frente a bacterias Gram positivas y Gram negativas.
 
El trabajo de Georgii Frantsevich Gause quedó en el olvido, hasta que hace unos meses un equipo de investigación chino dirigido por Yun He, en la universidad de Chongqing (República Popular China), demostraron su eficacia antibiótica in vitro frente a Streptococcus pneumoniae y Staphylococcus aureus, incluyendo las cepas resistentes a Meticilina, los tristemente famosos SARM (Staphylococcus aureus Resistentes a Meticilina).
 
La albomicina δ2 (representada en la imagen) es la más activa, superior a la de antibóticos clásicos como la Vancomicina, así como a otros quimioterápicos como el Ciprofloxacino.
 
Las albomicinas actúan como el caballo de Troya. El antibiótico es captado por las bacterias, beneficiándose al principio por la presencia de hierro, pero su contenido el azufre inhibe el metabolismo bacteriano y terminan por causar su lisis.
 
La síntesis de la  albomicina δ2 es compleja, y en consecuencia no rentable. Se están buscando análogos más baratos que retengan sus prometedora actividad antibiótica.
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