Estatinas, pros y contras. Análisis de situación.

Según algunas publicaciones, el 10% de la población española actual (abril 2018) está en tratamiento con estatinas (técnicamente «inhibidores de la enzima Hidroxi-metil-glutaril~CoA-reductasa»). La mayoría de los usuarios aceptan que su médico les prescriba estos medicamentos con el fin de reducir sus concentraciones de colesterol en plasma, bajo la perspectiva de que la acumulación de colesterol en las paredes de sus arterias les predispone a sufrir un ataque cardíaco o accidente cerebrovascular que compromete su vida y puede dejar graves e irreversibles secuelas.

Sin embargo, la decisión de iniciar un tratamiento con estos fármacos, posiblemente de por vida, debería ser consensuada entre médico y paciente.

La eficacia de este tipo de fármacos se sustenta en evidencias estadísticas. Está bien así, pero los pacientes necesitan certezas para aceptar y asumir la toma de un medicamento, posiblemente durante el resto de sus vidas. La certidumbre de proceder es fundamental para el cumplimiento terapéutico (adherencia al tratamiento).

Los pacientes esperan que la eficacia y los riesgos asociados a éstos, y cualesquiera otro medicamento, se base en hechos certeros, y no en probabilidades. Por esto, tan importante es aportar información como interpretar dicha información, adecuándola a lo que cada paciente necesita escuchar. De otro modo estaremos devaluando el efecto placebo (muy importante en la toma de cualquier fármaco) al mismo tiempo que potenciando el efecto nocevo (la experiencia de un efecto secundario conocido cuando se toma un placebo).

No se pretende que nos retrotraigamos a tiempos anteriores a la década de 1950, cuando los médicos recibían la información técnica de los medicamentos que prescribían, y era su responsabilidad filtrar la información que recibía cada paciente. Todo cambió a raíz de la comercialización de la denominada píldora anticonceptiva.

Algunas personas han escuchado o leído acerca de la yatrogenia de las estatinas sobre el metabolismo muscular, situación que les lleva a plantearse la conveniencia de continuar sus tratamientos.

En un trabajo publicado en la revista médica británica The Lancet en el año 2016 se escribía que las afirmaciones exageradas sobre la frecuencia de efectos adversos durante los tratamientos con estatinas pueden ser responsables de su uso inadecuado entre las personas con mayor riesgo de accidentes vasculares (cardíacos o cerebrales). Los casos raros de miopatía asociados a los tratamientos con estatinas se resuelven interrumpiendo la terapia con el fármaco, pero al precio de incrementar el riesgo de ataques cardíacos o accidentes cerebrovasculares.

Muchos medicamentos demuestran su eficacia contrarrestando un signo o síntoma clínico. Sin embargo, las estatinas se prescriben a personas sin sintomatología específica, con el fin de anticiparse a un potencial problema de salud futuro. Sucede así que más del 80% de los hombres y 50% de las mujeres no están recibiendo este tipo de medicación preventiva.

No existen dudas acerca de las ventajas de la administración de estatinas a personas que han sufrido un ataque cardíaco, ictus o hemorragia cerebral. Un segundo accidente vascular es mucho más peligroso (mayor mortalidad). Sin embargo, las personas que no han pasado por tan amarga experiencia pueden ser reticentes, sobre todo si tienen en cuenta que los estudios clínicos con estos medicamentos raramente han demostrado un aumento significativo de la supervivencia global (muerte por cualquier causa).

Por otra parte, cuando se trata de riesgo hay que diferenciar entre posibilidad y probabilidad. Mientras la posibilidad de un accidente vascular nos incluye a todos, la probabilidad de sufrirlo está determinada por un sinnúmero de factores, de los que solo conocemos unos pocos; y, en base a ellos, tomamos decisiones que afectan al conjunto. Así, la posibilidad (en términos porcentuales) de padecer un accidente cerebrovascular o ataque cardíaco durante los siguientes 10 años de vida se ve influenciada por factores tales como el patrón lipídico, la presión arterial, el hábito tabáquico, diabetes, edad, sexo, raza y herencia genética. La American College of Cardiology conjuntamente con la American Heart Association, han desarrollado una calculadora que permite realizar una estimación prospectiva del riesgo cardiovascular.

Si el riesgo estimado es ≥7,5 es candidato a tomar una estatina. La decisión final de instaurar un tratamiento debe evaluar todos y cada uno de los factores.

Imagine que, en base a la calculadora, su riesgo es del 19%. Ello significa que en la siguiente década, 19 de cada 100 personas con su puntuación sufrirán un ataque cardíaco o accidente cerebrovascular. ¿Se está dispuesto a asumir ese riesgo, o se prefiere reducirlo a la tercera parte, a base de tomar una estatina? La reducción de este riesgo conlleva la asunción de otros, englobados en los efectos adversos, unos frecuentes y otros inusuales.

Las fichas técnicas (prospectos) de muchos medicamentos elevan semánticamente la yatrogenia de estos fármacos al aparecer descritos como posibles (y probables), desde confusión y pérdida de memoria, hasta toxicidad hepática, junto con los más «populares», aunque infrecuentes, de alteración del metabolismo muscular bajo el epíteto de miopatías.

La duración del tratamiento con estatinas también es importante: cuánto más tiempo se estén tomando estos medicamentos, mayor es la reducción del riesgo cardiovascular. Estos fármacos reducen la síntesis hepática de colesterol. Existen una amplia gama de estatinas, prácticamente todas en versiones genéricas relativamente baratas.

Zaragoza, a 20 de abril de 2018

Dr. José Manuel López Tricas

Farmacéutico especialista Farmacia Hospitalaria

Farmacia Las Fuentes

Zaragoza

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