Catalina «La Grande» tal como la pintó Dmitry Levisky
Esta pintura, junto con la carta favorable a la variolización, habrá sido subastada en Londres cuando Usted lea este artículo Su precio estimativo de salida se hallaba entre $1 millón y $1.6 millones.
Es conocido que Catalina «La Grande» («la emperatriz de todas las Rusias») fue un importante mecenas de las artes, pero también de la ciencia, en el entonces muy atrasado imperio ruso. Uno de estos progresos fue la variolización, precursora de la vacuna contra la viruela desarrollada por el británico Edward Jenner. En la carta manuscrita de la zarina Catalina «La Grande» se insta a un gobernador de provincias para que lleve a cabo en el ámbito de su jurisdicción la variolización de la población, una técnica precursora de la vacuna contra la viruela, cuyo empleo se generalizó en Europa, pero que ya se venía usando en la medicina tradicional de Asia y África.
La que sería conocida como «emperatriz de todas las Rusias» nació el 12 de abril de 1729 con el nombre de Sophia Augusta Fredericka, una princesa prusiana de rango menor en la región de Pomerania (hoy día Polonia) cuya madre, de tan solo 16 años, la entregó de inmediato a una nodriza. Un año y medio después de nacer Sophia Augusta vino al mundo un varón, con el que la familia esperaba perpetuar el título nobiliario, pues de otro modo se perdería. Sin embargo, fue un niño de salud débil que falleció antes de su duodécimo cumpleaños.
Tras su matrimonio con Pedro III, un personaje inmaduro con posibles rasgos de idiotez (en sentido médico), Sophia Augusta adoptó el nombre de Catalina por su obligada conversión a la iglesia ortodoxa rusa. Desde sus inicios como emperatriz trató de borrar sus orígenes alemanes, nunca bien vistos en Rusia. Todo lo contrario a su esposo, quien intentó en vano reorientar el cristianismo ortodoxo ruso hacia el protestantismo luterano, anunciando lealtad hacia Prusia, un pecado imperdonable en la Rusia de los zares. Su destino era previsible: Pedro III perdió el trono en 1762 en un golpe de estado palaciego propiciado por su esposa, muriendo en prisión. Nunca se llegó a saber el grado de implicación de Catalina en la muerte de su esposo.
Hay quien ha querido ver en su permanente necesidad de adulación y poder, una respuesta psicoanalítica al rechazo de su madre tras su nacimiento. Sabía usar la simbología ganándose al pueblo, formado por campesinos y artesanos, mayoritariamente pobres y analfabetos.
Catalina llegó a autoafirmarse la heredera de Pedro I «El Grande». Al igual que éste, Catalina miró hacia Occidente en su afán de modernizar Rusia, en su caso plagiando muchos aspectos legislativos con los que trató de mejorar las paupérrimas condiciones de los siervos. Mantenía intercambio epistolar con Voltaire y Diderot, admiraba a Montesquieu, e impulso la acumulación de obras de arte en su colección (entonces privada) del Hermitage.
Sus propósitos de abolir la servidumbre (esclavitud) y relajar el poder despótico del zarismo, hubo de confrontar intentos de derrocarla (que en aquellos tiempos era sinónimo de asesinarla). Tal vez el más peligroso fue el de Emelyan Pugachev (némesis del zar Pedro III, su marido depuesto y asesinado). Catalina no fue piadosa con él emulando los resolutivos métodos de de Iván IV (Iván «El Terrible»). La rebelión de Pugachev le costó a Catalina su idealismo temiendo desde entonces que el Imperio Ruso siguiese el ejemplo de la Francia revolucionaria. Catalina «La Grande» murió en San Petersburgo en noviembre de 1796, a los 67 años a consecuencia de una tuberculosis crónica que había debutado como una pleuresía contraída durante su juventud.
Sin embargo, uno de los hechos por los que se le recuerda es por su influencia para traer a la atrasada Rusia la técnica de la variolización (precursora de la vacuna contra la viruela).
En la carta antes comentada, Catalina «La Grande», escribe acerca de la importancia de buscar protección contra una enfermedad que estaba devastando su imperio. La vacuna, escribe, debería ser común en todas partes, no habiendo excusas, pues ahora hay médicos y asistentes médicos en todos los lugares; y, además, el procedimiento no requiere gastos.
La carta está datada el 20 de abril de 1787, dirigida a un oficial del ejército ruso, Piotr Aleksándrovich Rumiánsev, conde Zadunaysky. En ella escribe que una de sus tareas más importantes es variolizar a la población, para reducir el terrible daño causado por la enfermedad [viruela] entre la gente común.
La propia Catalina y su hijo Pavel Petrovich habían sido variolizados en 1768, dos décadas antes de la fecha de la carta.
La variolización consistía en hacer un rasguño en la piel introduciendo pus o costras extraído de las pústulas de personas infectadas con viruela. Este procedimiento, no exento del riesgo de contagiarse con viruela, se practicaba rutinariamente en India y China, antes de que la esposa (Mary Wortley Montagu) del embajador británico en Constantinopla (Estambul desde 1930) lo llevase primero a Gran Bretaña y, desde allí al resto de Europa. A Norteamérica y el Caribe llegó como una práctica importada por los esclavos africanos.
Catalina «La Grande» había visto de cerca la viruela y sus irreversibles secuelas, en forma de muerte (la esposa de uno de sus asesores más cercanos) y desfiguración permanente de muchos supervivientes, entre ellos su odiado esposo. Por ello invitó a un médico británico, Thomas Dimsdale a San Petersburgo para variolizarse, junto a su hijo y el resto de los miembros de la corte. Era su manera de demostrar ante la gente que el procedimiento era seguro y, de ese modo se lograrían frenar las terribles epidemias.
Catalina proporcionó a Thomas Dimsdale un carruaje y protección en caso de que ella falleciese víctima de la viruela por variolización y se viera obligado a salir rápidamente de Rusia. Por suerte no fue así. Tras sufrir una forma leve de viruela, la emperatriz se recuperó y Rusia estableció un festivo en conmemoración.
Como se ha escrito antes, Catalina falleció víctima de la tisis (tuberculosis) en 1796, el mismo año que Edward Jenner en Inglaterra descubrió la vacuna de la viruela (preparada a partir de costras de la viruela vacuna, mucho menos virulenta para los humanos pero con capacidad para estimular la defensa inmunitaria de por vida). La vacuna desplazó la técnica de la variolización, pero sin ésta aquella no hubiera sido posible.
Zaragoza, a 3 de diciembre de 2021
Dr. José Manuel López Tricas
Farmacéutico especialista Farmacia Hospitalaria
Farmacia Las Fuentes
Zaragoza