¿Han oído hablar alguna vez del Sr. Du? Es el director de Shenzhen Kangtai Biological Products, la principal empresa fabricante de vacunas en la República Popular China; y uno de los hombres más ricos de un país llenó de «nuevos ricos» al amparo del comunismo.
En la actualidad la empresa se halla en la vanguardia de la carrera mundial para desarrollar una vacuna anti-covid-19, una absoluta prioridad para el Partido Comunista que dirige la política del inmenso país. De hecho, Shenzhen Kangtai Biological Products tendrá el monopolio en China de la fabricación de la vacuna desarrollada por la empresa sueco-británica Astra. Además, ambas empresas establecerán acuerdos para su comercialización en terceros países. Pero, con independencia de esta colaboración [con Astra Zeneca], la empresa china también ha comenzado los ensayos con su propia vacuna.
A la vez que el gobierno de la República Popular China ha estimulado la creación de laboratorios que aspiran al reconocimiento internacional, ha fomentado y protegido a una industria plagada de controversias y corrupción.
Los funcionarios chinos de rango medio, responsables de autorizar nuevos medicamentos y vacunas, aceptan generalmente sobornos con los que completar sus exiguos salarios, sobre todo cuando se comparan con los de sus homólogos occidentales. Estas actuaciones raramente son perseguidas judicialmente, pues nadie sabe realmente hasta que instancias llegan las redes de corrupción.
La falta de rigor ha contribuido a una serie de escándalos sobre otras vacunas, que se hallaban lejos de cumplir los estándares occidentales. Tras cada incidente, el gobierno se ha comprometido a elevar el grado de exigencia a su industria farmacéutica (y de otro tipo). Pero, al mismo tiempo, nunca se informa del tipo de fallos. Raramente asumen responsabilidades penales, todo lo más económicas, pero su actividad no se suele ver afectada. Ray Yip, ex director de la Bill and Melinda Gates Foundation en la República Popular China, y director de la Oficina de la CDC estadounidense en el país, defiende los estándares de trabajo de Shenzhen Kangtai Biological Products.
Astra Zeneca, que ha desarrollado su vacuna anti-covid-19 en estrecha colaboración con la universidad de Oxford, afirma que solo establece acuerdos con empresas de probada solvencia científica y tecnológica (sic), añadiendo que su interés con su vacuna anti-covid-19 es contribuir a la salud global y no hacer negocio. Sin embargo, no se puede obviar que la corrupción ha sido tradicionalmente el talón de Aquiles de la fabricación de vacunas en la República Popular China.
A pesar de que el gobierno chino ha impuesto la vacunación obligatoria de su personal crítico (sanitarios, militares, etc.), muchas personas con recursos rechazan esta vacuna y prefieren esperar a las homólogas desarrolladas en Occidente. Existen antecedentes que justifican estas reticencias.
En el año 2013, 17 recién nacidos murieron tras ser vacunados contra la hepatitis B con un preparado elaborado por dos empresas: Shenzhen Kangtai Biological Products y Beijing Tiantan Biological Products. Las autoridades sanitarias eximieron de responsabilidades a los fabricantes; y éstos continuaron operando con total normalidad. No se informó sobre la causa de la muerte de los bebés aunque quizás no todas fueran atribuibles directamente a las vacunas. La mortalidad infantil en China es mucho más elevada que en los países occidentales, pero la censura del gobierno acrecienta las sospechas de muchos padres con las vacunas elaboradas por empresas chinas.
Los escándalos sanitarios en China (con una población semejante a la de todo el continente africano) son frecuentes. Abarcan desde leches infantiles fraudulentas y medicinas adulteradas, a alimentarias (arroz adulterado). Hace unos años miles de cerdos muertos flotaban en el río Huangpu, cerca de Shanghái.
Los activistas chinos de derechos humanos que exigen mayor escrutinio de las empresas involucradas en la fabricación de vacunas han sido perseguidos, intimidados y acosados bajo la acusación de desestabilización social. Las redes sociales se monitorizan regularmente, y se clausuran sin contemplaciones.
Un nuevo escándalo de ese tenor, máximo con un asunto tan candente como las vacunas anti-covid-19, no solo socavaría el siempre cuestionado quehacer de la industria farmacéutica china, sino el prestigio de una importante multinacional, Astra Zeneca.
El actual director de Shenzhen Kangtai Biological Products (apellidado Du), hijo de agricultores de la empobrecida región montañosa de Jiangxi, inició sus actividades empresariales (una modesta empresa fabricante de vacunas) cuando tenía alrededor de 30 años. Para ello visitó prestigiosos institutos de investigación biotecnológicos en Estados Unidos, Reino Unido, Francia y otros países. Consideraba que la dependencia tecnológica representaba un grave problema para la seguridad nacional, y tenía un elevado coste en regalías. Las vacunas para el pueblo chino deben estar en manos chinas, solía afirmar.
El gobierno chino consideró estratégica esa afirmación e impulsó un programa para crear una industria autosuficiente de vacunas. La política estatalizada imperante desde los tiempos de la revolución maoísta comenzó a fisurarse, dando pie al surgimiento de empresas como Shenzhen Kangtai Biological Products. En este escenario, el gobierno abrió la puerta a multinacionales extranjeras y, a cambio, obtenía rápidamente el conocimiento tecnológico del que carecía su incipiente industria. Esta política no solo afectó al ámbito farmacéutico, sino también a otros, tales como el de la automoción.
La República Popular China ha conseguido dominar muchos aspectos de la mercadería mundial de los más diversos productos gracias a regulaciones laxas, subsidios gubernamentales, una imbricada corrupción y salarios bajos. Occidente ha derivado a la República Popular China la fabricación de un creciente número de productos, entre ellos algunos de valor estratégico, como los medicamentos, con el argumento de la reducción de costes, o dicho de manera más cruda, la institucionalización de la codicia. Sirva de ejemplo que la última fábrica de síntesis de penicilina en Estados Unidos cerró en el año 2004. Desde entonces, toda la penicilina que se usa en Estados Unidos se fabrica en la República Popular China; pero también el 90% de casi todos los antibióticos; y alrededor del 75% del Paracetamol (allí llamado Acetaminofén), así como la mitad de todas las heparinas, un trascendente fármaco que previene las trombosis post-quirúrgica y ambulatoria.
La dependencia occidental de China en materia de medicamentos ha condicionado la investigación sobre el origen de la pandemia covid-19 que la Organización Mundial de la Salud se comprometió a realizar y que ¡ha dejado en manos del propio investigado!
Otro ejemplo de la politización de la exportación de material médico tiene que ver con las mascarillas quirúrgicas, cuya demanda se disparó mundialmente durante la primavera debido a la pandemia. El gobierno chino monopolizó su distribución mundial impidiendo a fabricantes locales su venta directa a distribuidores extranjeros.
Du, tras crear Beijing Minhai Biotechnology en el año 2004, se asoció con Sanofi Pasteur (división de vacunas de la multinacional francesa Sanofi Aventis) al objeto de fabricar una vacuna contra la rabia. Esta infección, prácticamente inexistente en Occidente, continúa causando más de 2.600 muertes en China.
Cuatro años más tarde, Du expandió su negocio invirtiendo en la empresa Kangtai, que había sido creada en 1992 con la ayuda de la multinacional estadounidense Merck. Juntos fabricaron la vacuna contra la hepatitis B que causó la muerte a varios recién nacidos.
Desde entonces Du fue llamado el «guerrero del reino de las vacunas» con un patrimonio estimado en siete mil cuatrocientos millones de dólares. Su divorcio le costó tres mil millones de dólares a favor de su esposa, Yuan Liping, quien de ese modo se convirtió en una de las mujeres más ricas de Canadá, donde se fue a vivir.
Sin embargo, en el año 2010 se informó que alrededor de 18.000 dosis de la vacuna contra la rabia que había fabricado su empresa (Kangtai) eran ineficaces. Antes de que se hiciese público, Du vendió aproximadamente el 51% de sus acciones en la empresa a Simcere Pharmaceutical Group, otro fabricante chino de medicamentos. De nuevo la corrupción: las autoridades sanitarias tardaron en notificar el escándalo para que Du se deshiciese de sus acciones (y, al menos parcialmente, de sus responsabilidades). Simcere Ph. Group emitió un comunicado declarando que los problemas con la vacuna [antirrábica] fueron anteriores a la adquisición de las acciones.
Este caso destapó una extensa red de corrupción en la tramitación de registro de nuevas vacunas en la República Popular China. Las vacunas en China se administran a través de los centros locales para el control de enfermedades transmisibles. Estos centros se financian en parte con las ganancias obtenidas de las vacunas. Ahí se inicia una telaraña de corrupción que alcanza a las más altas instancias gubernamentales.
De manera pareja a las demandas a los fabricantes de vacunas, crecen también las acusaciones por difamación a los periodistas que denuncian, iniciándose una persecución que en no pocas ocasiones termina con privación de libertad y clausura de los medios de comunicación que destapan los escándalos.
Zaragoza a 11 de diciembre de 2020
Dr. José Manuel López Tricas
Farmacéutico especialista Farmacia Hospitalaria
Farmacia Las Fuentes. Zaragoza